Todo comenzó desde meses antes, Diciembre del 2018 y se hacía esperar el anhelado cumpleaños número cuatro de Sebastián, el primer varón de la familia después de dos generaciones de mujeres. Pasado enero del 2019, la familia estaba ansiosa por el gran festejo de cumpleaños. Todos sin excepción aportaron un poco a ese día tan esperado.
Justo el primero de Marzo empezamos a comprar la piñata, los dulceros, contratar carpa, inflables, servicio de comida, todo eso que conlleva una fiesta espectacular para el rey de la casa.
A mediados del mes, apareció el fuerte deseo de Sebastián, dijo que su fiesta debía ser del Hombre araña y mientras caminábamos en las inmediaciones del centro de Cuautitlán comiendo un helado de fresas con crema, cambiamos de rumbo para buscar algo de acuerdo a su petición. Fue justo alrededor de medio día que logramos encontrar un disfraz perfecto que no se comprometiera con el clima de Marzo, indudablemente se trataba de un mes bastante caluroso.
El sábado 16 de marzo faltaba únicamente una semana para que la fiesta tuviera lugar en el jardín de la casa de sus abuelos favoritos, quienes mandaron a podar y regar el pasto durante todo el mes de enero para que estuviera en perfectas condiciones.
El 26 de marzo ¡Por fin llegó el momento!, todos salimos para adornar con globos, lonas, letras y una gran mesa de dulces desde muy temprano, a las 8:30 am llegó el brincolin e inflable, Sebastián aún en pijama decidió salir a brincar de felicidad mientras daba la hora de empezar la fiesta. Al final de todo, él solo quería disfrutar su momento, el momento que había esperado con ansias locas, su anhelo de cumplir cuatro años.
Posteriormente llegó la hora de la cita con los invitados, 12:00 del día y Sebastián muy cansado pidió un vaso de agua al entrar a la casa para vestirse con su disfraz de Superhéroe. En realidad nos cuesta trabajo entender como sacó fuerzas para durar despierto prácticamente desde que amaneció, hasta que su fiesta terminó por completo, pero después de todo nos dimos cuenta de que ese bebé estaba dejando de serlo para convertirse en un niño travieso.
Alrededor de las dos de la tarde se hicieron presentes los invitados y todo corría de maravilla, los niños jugando, había chicharrones, agua de jamaica, cerveza para los papás acalorados, las sillas y tablones perfectamente acomodados e impecables con manteles blancos, detalles con colores muy llamativos y música de fiesta infantil. Todo era básicamente lo que Sebastián había soñado ese día.
Al llegar la hora de la comida todos degustaron guisados, mientras que a los niños se les sirvieron nugguets con espagueti blanco y un poco de cátsup.
Todo volvió a la normalidad cuando terminaron de comer y se acercó el momento de la piñata alrededor de las cinco, niños formados del más pequeño al más grande y fue entonces cuando el famoso: “Dale dale dale, no pierdas el tino.” tuvo lugar, como en cualquier buena fiesta mexicana que incluye piñata.
Todo salió de maravilla a excepción de algunos niños con raspones y llanto.
Al término, papá ayudó a cargar el pastel, otra tradición de fiesta. Sin embargo pasó algo que honestamente nunca esperamos, cuando se prendió la vela, se acercaron sus amigos a la mesa del pastel y cantaron las mañanitas, Sebastián entro en un mar de lágrimas inexplicable, nadie entendía por qué lloraba, abrazó a su papá y no quiso ver más a sus amigos mientras le festejaban con una canción y su pastel del hombre araña.
Casi las siete de la noche y la fiesta estaba en el punto final, la entrega de pastel y dulceros que fueron hechos con mucho amor por la nana de Sebastián.
Al final del día, de la fiesta, del cansancio y las despedidas de los invitados, Sebastián cayó rendido en los brazos de Morfeo, no sin antes decirnos que pasó un cumpleaños muy divertido con sus amigos, emocionado por todos los regalos que había recibido, pero lo más importante ¡Muy feliz!.
Este, fue el primer cumpleaños que le causó tanta ilusión por todo lo que conllevaba: Ser un niño grande, ir al kínder y tener un brincolin para disfrutar su fiesta. Nosotros entendimos que a pesar del cansancio que habíamos experimentado ese día, valió la pena cada momento de felicidad de nuestro pequeño Sebastián.
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