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Anna Abad | 13 feb 2020


 

En la década de los 70, el filósofo Rawl creó una teoría acerca de la justicia. Según él, para entender el término justicia, debemos pensar en cómo sería nuestra vida si cambiaran nuestro género, país de origen, salud, orientación sexual, religión, condición económica… Una vez comprendido esta situación, debemos elaborar unas normas en común para que nuestra vida no sufra ninguna restricción debido a este cambio. Sin embargo, muchos años antes, después de la Segunda Guerra Mundial, varias personas ya habían comprendido que era necesario llegar a un acuerdo internacional que no vulnerara la situación de ninguna persona. Por eso, varias personas, entre ellas Eleanor Roosvelt, se reunieron en 1948 para redactar la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DDHH), un documento donde están recogidos todos nuestros derechos y libertades. Este documento que representa la igualdad entre todos nosotros  previene las injusticias. A pesar de que en ese momento casi todos los países firmaran la DDHH, hoy en día, los derechos humanos de más de la mitad de la población no son respetados. Entre ellos se encuentra una pequeña población de Myanmar, los Rohingya.

 

Los Rohingya son una de las minorías étnicas de Myanmar. Tienen su propio idioma y cultura y dicen ser descendientes de comerciantes árabes que estuvieron en la región durante generaciones. Pero el gobierno de Myanmar, un país predominantemente budista, niega la nacionalidad a los rohingya e incluso los excluyó del censo de 2014, negándose a reconocerlos como ciudadanos. 

Desde la década de los 70, los rohingya han sido objeto de persecución por el gobierno birmano. En los últimos años, los ataques contra esta minoría étnica han aumentado, lo que ha llevado al desplazamiento de más de 700.000 refugiados, y la violación de los derechos humanos de de más de un millón de personas. Desde 2017, más de 300 poblados han sido destruidos, hay más de 43.000 adultos desaparecidos y casi 50.000 mujeres han denunciado casos de violaciones.

 

Según el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, este intento de limpieza étnica ha sido “la crisis de refugiados que más rápido ha crecido”. Una de las principales causas es que, durante dos largos años, la comunidad internacional casi no prestó atención al asunto y no se involucró. Esto sucedió porque Myanmar es un país en el sudeste asiático y no provoca ningún interés en países desarrollados como EEUU o la Unión Europea. Sin embargo, al no involucrarse, muchos países han permitido que no se respetaran los derechos humanos de una población entera y que el gobierno birmano pudiera administrar justicia de acuerdo con su política racista.

 

En diciembre de 2019, después de que la comunidad internacional decidiera no intervenir, el gobierno de Gambia puso una denuncia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) donde los representantes de los distintos países llegarona un acuerdo por unanimidad el 23 de enero de 2020.  La Corte de la Haya ha exigido al gobierno Birmano que implemente medidas de manera urgente para que cesen las violaciones de derechos humanos en Myanmar. Además, ha mandado su veredicto al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde se espera que el comité tome medidas más serias.

 

A pesar de que el filósofo Rawls consiguió explicar que la justicia es la base de la igualdad, hay veces que países enteros intentan olvidarse de las injusticias que ocurren en todo el mundo. Al fin y al cabo, es más fácil no involucrarse que intervenir y acabar malparado. Sin embargo, no podemos dejar que personas que abusan del poder sigan haciendo sufrir a miles de personas. Si no luchamos en contra de las injusticias, nunca acabarán. Por suerte, todavía hay personas que siguen luchando por la libertad y los Derechos Humanos de los demás. Por eso, hay que aplaudir estas hazañas. Tenemos que conseguir que este tipo de intervenciones no pierdan importancia. A pesar de que un simple aviso de la CIJ no ha conseguido que los militares birmanos dejen de atacar a los Rohingya, sí ha conseguido atraer la atención de otros países, que poco a poco empezarán a intervenir para poner fin a este genocidio.

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