Si la electricidad ha podido sustituir a los combustibles fósiles durante el siglo XX en la mayoría de los usos domésticos, como el transporte ferroviario y la industria, es porque su flexibilidad y discreción tienen grandes ventajas. Sólo el automóvil y la aviación ha resistido a esta expansión de la electricidad porque el petróleo tiene ventajas para ser transportado: compacidad, potencia, almacenamiento a bordo, autonomía y disponibilidad.
Sin embargo, los motores eléctricos son cada vez más eficientes, y es tiempo de usar la electricidad en nuestros coches. La solución totalmente eléctrica es atractiva porque resuelve muchos problemas y reduce la contaminación ambiental del coche. Además, la simplificación de los vehículos es significante porque ya no hay combustión de hidrocarburos en el vehículo, eliminando todas las limitaciones técnicas que ello conlleva, ya que la gestión de la combustión y las emisiones está resultando cada vez más compleja y costosa y en gran medida ineficiente.
El coche eléctrico es un vehículo más ligero que es rápido de conducir porque inmediatamente tiene toda la potencia, es totalmente silencioso y no produce emisiones cuando se utiliza. El tanque eléctrico cuesta sólo unos pocos euros. El coche eléctrico es atractivo para su uso y ofrece una nueva manera de conducir.
Sin embargo, la especificidad del vehículo eléctrico va más allá del aspecto energético: es toda la industria automovilística que va a estar impactada. El vehículo está simplificado y la mecánica esta aligerado. La electrónica a bordo facilita los intercambios entre el vehículo eléctrico y su entorno, satisfaciendo nuevas necesidades como la conducción autónoma. Finalmente, el vehículo eléctrico tiene un impacto mucho menor en el medio ambiente que su homólogo térmico.
Pero todavía hay límites: la electricidad no se almacena bien. Para tener suficiente autonomía, es necesario instalar a bordo un paquete de baterías que duplica el precio de los vehículos y que sólo tiene una autonomía real de 300 km. Además, la producción de electricidad no está exenta de problemas, ya sea nuclear o térmica. Sólo las energías renovables proporcionan una solución satisfactoria. Para ser perfecto, el coche eléctrico debe basarse en la producción de energía eléctrica limpia.
Contrariamente a la creencia popular, el coche eléctrico es tan perjudicial como el coche térmico. EN primer lugar, hay que notar que la fabricación de baterías para un coche eléctrico emite el equivalente de 50 000 a 150 000 km recorridos en un coche de gasolina en CO2, mientras que el kilometraje medio de un coche en fin de vida es cerca de 150 000km, y el kilometraje anual es 15 000 km. Así, el coche eléctrico comienza a emitir menos que el vehículo térmico a partir de 10 a 15 años después de su compra. El peor es que todo el CO2 del coche eléctrico se libera a la atmósfera à la vez, durante la construcción de su batería, mientras que el CO2 del coche térmico se libera progresivamente durante su utilización.
En países como Francia, cuya producción de electricidad es muy baja en carbono gracias a la energía nuclear, el coche eléctrico sigue siendo más limpio que el coche de combustión. Por otro lado, en la mayoría de los países del mundo, la producción de electricidad emite muchos gases de efecto invernadero y el uso de coches eléctricos es inútil.
Una central eléctrica de carbón en los Estados Unidos.
Para terminar, casi la mitad de las partículas finas emitidas por un coche proceden de las pastillas de freno, los neumáticos y el alquitrán. Aunque el coche eléctrico no tiene tubo un motor térmico, es también culpable de emitir estas partículas perjudiciales para la salud.
En conclusión, la única manera de reducir nuestro impacto en el medio ambiente relacionado con nuestros viajes es simplemente reducir nuestros viajes, o viajar por medios verdaderamente limpios, como la bicicleta. Por supuesto, el vehículo eléctrico puede ofrecer una nueva alternativa al vehículo térmico, pero nuestra producción de energía no es suficientemente limpia para justificar un cambio de coche.
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