Por una vez y sin que sirva de precedente, el equipo Mercedes se quedó con cara de tonto en Silverstone. Fue tras la segunda carrera consecutiva en el célebre aeródromo británico, cuando Lewis Hamilton y Valtteri Bottas debieron ceder paso a Max Verstappen, al volante de un Red Bull que se adaptaba mucho mejor a la degradación de los neumáticos. De este modo se esfuma el anhelado pleno de las Flechas de Plata en el Mundial 2020.
La emoción de la F1, vinculada casi siempre a la pura velocidad, también puede interpretarse así, para fortuna de Pirelli. Una semana después del festival de pinchazos en Silverstone, el suministrador único facilitó unos compuestos que no reventaban, pero que sí fomentaban el espectáculo. Había que saber gestionarlos. No sólo cuidarlos, para evitar las ampollas o el graning. También exprimirlos para conducir muy deprisa. Red Bull supo hacerlo. Mercedes, no.
Con apenas seis vueltas llegó la primera voz de alarma en las Flechas de Plata. "La rueda delantera izquierda está en una situación crítica", advirtieron a Bottas sobre la temperatura de la goma, que de inmediato se vio recorrida por una tira que auguraba lo peor. Unos minutos más tarde que el autor de la 'pole', Hamilton confirmó los presagios: "Las ruedas traseras están acabadas", lamentó, con Verstappen a su cola, husmeando ya las opciones de adelantamiento.
La degradación, apuntada desde el viernes, multiplicaba la variedad estratégica. Alcanzar la bandera a cuadros con una sola parada era un gigantesco desafío. Incluso para Verstappen, que había partido con el compuesto más duro, adaptado como un guante al potencial de su RB16. El holandés tomó la cabeza en la vuelta 13, con el paso de Bottas por 'boxes', seguido de inmediato por Hamilton, que montaba también el compuesto blanco.
En el rendimiento de esa goma dura estribaba la clave de la victoria. Red Bull sabía acoplarla al furioso ritmo de su coche, con el que acumulaba vueltas rápidas. En la vuelta 23, la radio de Verstappen desencadenó el pánico en Mercedes: "Estas gomas van bien. Todo controlado, amigos", exclamó el holandés. La réplica de Hamilton oscilaba entre la incredulidad y los celos: "Deben de haberles inflado menos las ruedas".
Ya se había traspasado el ecuador de la prueba cuando Christian Horner llamó a su líder para cambiar de calzado. 32 vueltas a pleno rendimiento, nada menos. Ni se lo pensaron para entrar y salir justo delante de Bottas, al objeto de evitar cualquier tapón estratégico. Por vez primera desde 2013, la ausencia de un 'safety car' en Silverstone dejaba todo aún más en bandeja a Verstappen. El segundo cambio de Hamilton, a 11 giros para la meta, sólo sirvió para consolidar su segunda plaza, con el consiguiente cabreo de Bottas, sobrepasado a falta de dos vueltas, y el bonus de la vuelta rápida (1:28.451).
Para ello, el líder del Mundial también debió rebasar a Charles Leclerc, el único de la parrilla, junto con Esteban Ocon, que pudo estirar sus opciones con la estrategia de mayor riesgo. Con una sola parada supo el monegasco, octavo en la salida, contener a los decepcionantes Nico Hulkenberg y Lance Stroll.
Por segunda semana consecutiva, todo salió del revés para Carlos Sainz desde casi el inicio. En la segunda curva debió esquivar como pudo al errático Sebastian Vettel, autor de un trompo que le relegaba a la última posición. Su ascenso, fruto de los pasos por boxes de Alexander Albon y Pierre Gasly, se frustró demasiado pronto, porque su MCL-35 seguía sin adaptarse al abrasivo asfalto.
Su cuarto puesto en la vuelta 23, cuando aún soñaba con acercarse a los Racing Point y los Renault, fue un simple espejismo, porque la pesadilla se repetía con un doble error de los mecánicos. Fallaron con la pistola y al dejarle reincorporarse con la calle de boxes ocupada. La lentitud de McLaren sólo pudo ser aliviada por Lando Norris, con un noveno puesto que sabe a demasiado poco.
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