El Ideam reveló que entre octubre y diciembre del año pasado Caquetá, Meta y Guaviare perdieron cerca de 28.000 hectáreas. Los núcleos de deforestación, 13 en total, estuvieron ubicados en la región amazónica. El Parque Nacional Tinigua fue el más afectado.
Entre octubre y diciembre, las mafias deforestadoras empiezan a mover sus tentáculos económicos para contratar colonos y así talar los imponentes árboles a punta de motosierra.
Cuando los rayos del sol incrementan su radiación, episodio que arranca en enero, solo basta con arrojar un fósforo para que la madera ya talada arda en cuestión de minutos, desembocando en incendios forestales difíciles de controlar que convierten a los antiguos terrenos biodiversos en un cuadro devastador: cementerios de árboles, animales calcinados y un cenicero donde antes se imponía la vida.
Actualmente aunque se proponen diversas ideas para contrarrestar los efectos que tuvo este lamentable suceso no se ha llegado a ninguna conclusión y mucho menos a un avance ya que el terreno donde se dió origen al incendio ha quedado a su 90% de infertilidad y esto ha imposibilitado la actuación y ejecución de algunas propuestas que ya habían Sido analizadas por expertos.
Fuente: El tiempo
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