El origen de la palabra «graffiti» proviene del término griego «graphein», que significa dibujar, escribir o rayar. La lengua latina lo tomaría como préstamo, a través de la cual sería transmitida al italiano para designar un garabato o inscripción («graffito» en singular y «graffiti» en plural). Con el surgimiento del street art (arte callejero) en los años 60 del siglo pasado, se comenzó a denominar como graffiti a todas aquellas figuras o inscripciones con un fin artístico realizadas en las paredes exteriores de un edificio; estas pueden ser realizadas con aerosoles o diferentes tipos de pinturas.
Hacer dibujos en las paredes no es una práctica que pertenece a nuestra civilización moderna. Nuestros antepasados de tiempos prehistóricos dejaron en las paredes de las cuevas donde se cobijaban algunos dibujos que muestran figuras antropomorfas en varias actividades de su día a día. En México, uno de los locales donde se puede hallar pinturas rupestres verdaderamente sorprendentes está en el estado de Baja California Sur, en la Sierra de San Francisco. Se estima que estas pinturas tengan mil 500 años de antigüedad.
Así pues, la voluntad de representar, ya sea en paredes de rocas o en telas, las experiencias vividas por el ser humano parece ser un rasgo que lo distingue de otros seres vivos. Por lo cual, con el mayor grado de libertad que la generalidad de los jóvenes comenzaron a gozar a partir de los años 60, sobre todo en países como Estados Unidos o Francia, las normas de conducta social no pudieron reprimir este anhelo de expresión artística y, en ciudades como Filadelfia, se comenzaron a notar los primeros graffiti, fenómeno que, al final de los años sesenta del siglo pasado, se había extendido a Nueva York.
La historia de la práctica del graffiti en México es un tanto incierta, sin embargo, lo que se especula es que el fenómeno llegó a través de la frontera con los Estados Unidos, en Tijuana. A lo largo de los años setenta surgieron otros núcleos importantes en urbes como Guadalajara o Aguascalientes, lo que se explica por la cantidad de ciudadanos emigrantes en Norteamérica. Finalmente, en el Distrito Federal se consolida esta práctica en los años ochenta gracias a los barrios marginales de la capital. Lo que se mantiene como lo que se mantiene como una de las mejores oportunidades.
Desde entonces, el graffiti en México ha sido una actividad que, aunque al principio generaba una amplia condenación de la población, poco a poco ha logrado establecerse como un movimiento cultural que es capaz de producir extraordinarias obras de arte comparables al muralismo cultivado por artistas como Diego Rivera o Clemente Orozco. Es así que varios grafiteros que integran estos movimientos optan por la legalidad, es decir, pedir el consentimiento del gobierno y el dueño de una pared para proceder a pintarla.
Las redes sociales han servido como un medio de publicación eficaz de las obras de grafiteros; especialmente, el Instagram es una de sus plataformas predilectas para dar a conocer sus obras.
Efectivamente, si todo funciona dentro de la legalidad, admirar una grafitti puede resultar ser una experiencia muy amena.
A la hora de apreciar los graffiti, se tiene que tener en cuenta los siguientes tipos o estilos considerados como principales:
Los artistas también crean diversas imágenes de manera fácil y eficaz valiéndose de plantillas. Esta forma de graffiti se ha relacionado mucho con la crítica social y política. También tienen un cierto aspecto misterioso e intrigante porque muchos optan por ponerlos en lugares escondidos o difíciles de acceder.
El stencil se desarrolló gracias al aparecimiento del estilo libre de graffiti en la ciudad de Nueva York en los años 70 del siglo pasado; es decir, durante una época de cambio social, en la que movimientos sociales y artísticos se pronunciaban contra el establishment de aquel tiempo.
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