Dar un profundo debate a la situación universitaria que se ha agravado por efecto de la pandemia, es urgente y clave para el futuro de estas instituciones educativas, administrativos, docentes y estudiantes, y por supuesto para la sociedad en general. Los diferentes gobiernos nacionales y locales, han sido evasivos al no asumir la responsabilidad que les asiste, con seguridad por no perder su capital político, de liderar un amplio acuerdo social y político sobre pautas de orientación universitaria, evaluación docente, modelo de universidad, suficiencia financiera entre otras.
La educación universitaria y las instituciones no pasan por sus mejores momentos, pero lo peor es que sucesivas manifestaciones estudiantiles, que generalmente terminan en disturbios, lejos de mejorar las expectativas, no han hecho sino estacionar a la universidad, aún más, en su tradicional ensimismamiento corporativo, con un enfoque excesivamente mercantilista, orientado en demasía hacia una falsa concepción de la competitividad que está resultando ineficaz y peligrosa para las personas, empresas y la sociedad; en estos momentos, como entidades de lucro, están preocupadas por la deserción, que trae consigo impactos económicos y de sostenibilidad, pero desestiman que esto que hoy provoca la pandemia, perdurará, porque el estudiantado está cansado, porque su actual modelo de enseñanza, ha traído una formación poco humanista e integral, productora de personas acríticas, y apenas comprometida con lo colectivo; con baja reputación académica, dificultad en la empleabilidad de los graduados, pésima proporción de profesores por estudiante, escaso personal con doctorado, sin red de investigación internacional, sin publicaciones científicas e investigaciones producidas, y la poca investigación que puedan generar se encuentra mal remunerada, poco prestigiada, personalista, y en muchos casos alejada de las necesidades sociales y empresariales.
Las tibias y distintas iniciativas abordadas al respecto, han parecido obedecer más a los intereses presidenciales, de figuración política e influencias electorales, que a un objetivo real y socialmente asumido. No bastará solo con cambios legislativos y/o de enfoques de la política y la financiación, si no hay un diseño de política educativa general, universitaria en particular, a corto y mediano plazo, con objetivos concretos, medibles y evaluables, formación adecuada y financiación suficiente, consensuado social y políticamente, y si la comunidad universitaria no reacciona asertiva y contundentemente, rescatando y elevando para sí la acción transformadora y de cohesión social que debe caracterizar a la institución.
Es imperativo también que la sociedad en su conjunto se involucre en mayor medida con la problemática universitaria y sus soluciones. Estaría bien que las reflexiones y respuestas a la situación aquí planteada, impulsen el debate necesario y la implicación académica, social y política en una toma de decisiones imprescindible para el futuro de nuestras universidades.
elaborado por:
Carolina Diaz Bojacá
shorturl.at/vARWZ
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