La vida de Gorgias estuvo marcada por fuertes alternancias de éxitos y fracasos: viajó por toda Grecia ejercitando con gran éxito el arte retórico, acumuló una ingente fortuna económica y dirigió la formación de numerosos seguidores. Lo acompañó una merecida fama de dialéctico capaz de desarrollar razonamientos aplastantes para sostener opiniones muy alejadas del buen sentido y de los comunes valores; por ejemplo, que nada existe, su tesis más célebre, o bien que Elena, la adúltera responsable de la guerra de Troya, no fue culpable.
Los rasgos característicos de la figura de Gorgias que nos han sido transmitidos por los testimonios clásicos se encuentran admirablemente fundidos en el diálogo platónico que se titula justamente con su nombre. En Gorgias, Platón nos presenta al viejo retórico que, en la cumbre de la fama y de la gloria, se jacta con solemnidad y suficiencia de su habilidad como improvisador y exalta el poder maravilloso de la palabra, pero se niega a admitir que el justo pueda echar de menos el conocimiento de la retórica. Son después sus discípulos Polo y, sobre todo, Calicles, quienes, discutiendo con Sócrates, desarrollan con estricta lógica el indiferentismo moral implícito en la posición de Gorgias.
El prestigio de Gorgias como padre de la retórica se basaba en el hecho de que fue el primer teorizador de las reglas del buen escritor que fue oído y seguido. Su fama llegó al máximo cuando, enviado como embajador a Atenas por sus conciudadanos para solicitar ayuda contra Siracusa, conquistó a los habitantes de la capital cultural de la Hélade, apasionados por sus bellos discursos, con su palabra elocuente y persuasiva. Consiguió reunir tal fortuna con su enseñanza que se hizo levantar en Delfos una estatua de oro macizo.
Las tres tesis sostenidas por Gorgias en Sobre el no ser o sobre la naturaleza se encuentran entre las más extremas de toda la entera tradición filosófica: 1) nada existe; 2) si algo existiese, no podría ser conocido; 3) si algo existiese y pudiese ser conocido, no podría, en cualquier caso, ser comunicado. Mucho se ha discutido sobre cómo interpretar ideas tan alejadas del sentido común: ¿se trata de un ejemplo de osadía retórica, una especie de broma dialéctica apta para desconcertar al auditorio, o bien Gorgias quería realmente sostener este radical escepticismo cultural, metafísico y gnoseológico, es decir, relativo a la capacidad de pensar, conocer y comunicar?
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