¿ALGUIEN ESTÁ PENSANDO EN LOS NIÑOS?

Los niños y jóvenes colombianos son, quizás, las mayores víctimas que ha dejado esta pandemia. Una realidad que se agudiza ahora con el paro nacional, que ha aplazado aún más el regreso a clases.

Mientras las camas de UCI escasean, las noches repiten la misma escena de manifestantes y Esmad enfrentándose en las calles, y los bloqueos continúan alentados por las voces que insisten en mantener un paro nacional, hay una realidad dramática ignorada hoy por completo en Colombia: el retroceso educativo de miles de niños y jóvenes.

Hace 14 meses, en un día de marzo, los 10.094.230 estudiantes que asistían a colegios en el país y los cerca de 2.400.000 universitarios recibieron la noticia de que debían quedarse en casa por cuenta de la pandemia. Sin estar preparados para ello, docentes y estudiantes intentaron seguir adelante y estudiar de forma virtual. Pero sin conectividad, sin computadores, sin experiencia, sin capacidad docente, poco a poco la desigualdad del país les ganó a la vocación y la entrega de miles de maestros que insistieron en sacar adelante el año escolar de sus alumnos, y los estudiantes se fueron rezagando. Las instituciones privadas lograron mantener un nivel de educación de niños y adolescentes. Pero la aplastante realidad de la educación pública, llena de carencias desde siempre, terminó por ganarle a la necesidad de niños y jóvenes de seguir adelante en sus estudios. Estos niños se vieron obligados a permanecer en casa y hasta hoy no han podido regresar a las aulas.

Los niños y jóvenes colombianos son, quizás, las mayores víctimas que ha dejado esta pandemia. Una realidad que se agudiza ahora con el paro nacional, que ha aplazado aún más el regreso a clases. Las consecuencias en salud, bienestar, económicas y sociales que tiene el no regreso a las aulas es aún incalculable.

Según un informe del Banco Mundial, por cuenta de la suspensión de clases presenciales ha aumentado el riesgo de abandono escolar, especialmente de estudiantes en hogares más vulnerables, lo que aumenta la brecha de desigualdad. Además, se ha detenido el proceso de aprendizaje de forma tal que se calcula que los niños han aprendido un 75 por ciento menos de lo que deberían haber aprendido en este periodo, una situación agravada por el regreso al trabajo de los padres, que han debido dejar a sus hijos en casa, sin que tengan un guía que pueda apoyar su proceso de formación. Esta situación es aún más dramática en niños en edad preescolar, pues es imposible su educación desde la virtualidad.

Aunque aún no hay cifras oficiales de deserción escolar, en los datos de matrícula a colegios públicos para el 2021 hay una reducción de 308.792 estudiantes respecto a los matriculados en el 2020, y se estima que en el último año la población universitaria decreció en un 20 por ciento. Estas cifras se agravan también por la pérdida de empleos de los padres, que han significado la imposibilidad de seguir pagando el estudio de sus hijos.

Además, dice el Banco Mundial, el cierre de colegios también implica riesgos en la salud nutricional, mental y física de los estudiantes, pues se ha suspendido la entrega de la alimentación escolar, que para miles de niños del país, aun con todas las denuncias de irregularidades en la entrega de la alimentación, significaba la única posibilidad de una ingesta calórica suficiente y balanceada en su vida diaria.

Como si esto no fuera suficiente, el miedo al covid-19, el estrés del distanciamiento social, la imposibilidad de reencontrarse con los amigos y docentes por tanto tiempo ha significado el aumento de episodios de ansiedad, depresión, conductas violentas y, dice el informe del Banco Mundial, hasta embarazos no deseados. Si a esto le sumamos la angustia que se vive actualmente por la situación del país, tenemos los ingredientes perfectos para que la salud mental de nuestros jóvenes y niños esté en picada.

En estos días de paro y manifestaciones, ha habido una constante en los marchantes: la gran mayoría son muy jóvenes, muchos de ellos menores de edad, que acumulan una rabia incontrolable por no tener oportunidades. ¿Cuántos de estos marchantes son jóvenes que han debido interrumpir sus estudios y han quedado a la deriva?

El regreso a las aulas es un imperativo. Mientras que el país ha reactivado casi en su totalidad la economía, y las calles son escenario de manifestaciones diarias, los niños y jóvenes siguen sin la posibilidad de ir a su colegio, sin la opción de jugar un campeonato de fútbol, de asistir a un evento deportivo o ser parte de un espectáculo. ¿No estará influyendo también esta situación en esa ira incontenible que se siente hoy entre los jóvenes que marchan? Y ahora, por cuenta de la situación de caos en el orden público que vivimos, el regreso a las aulas ha quedado rezagado de la agenda de los Gobiernos locales. Es como si hoy nadie estuviera pensando en los niños.

Este viernes que pasó, el Gobierno anunció la entrega de 358.125 vacunas para docentes, rectores y personal administrativo de todas las instituciones educativas públicas y privadas del país. Iniciado el proceso de vacunación docente, ya no hay excusas para no regresar a las aulas.

Dice la Constitución Política de Colombia que los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás. Esta es, tal vez, la mentira más grande hoy, pues los niños han terminado siendo los últimos en la escala de importancia de atención en esta pandemia.

Por favor, Fecode, en lugar de estar llamando a unirse al paro, hagan un llamado para que, de una vez por todas, los niños puedan regresar a las aulas.

Por: 

Diana Giraldo

FUENTE: https://www.semana.com/opinion/articulo/alguien-esta-pensando-en-los-ninos/202105/