La DGT, preocupada por el aumento de agresiones a la Guardia Civil.

     La tarde de ayer, a la entrada de la población oscense de Barbastro, en un control antidrogas instalado por la Guardia Civil, falleció el agente José Antonio Pérez tras ser arrastrado casi medio kilómetro por un automóvil ocupado por cuatro menores y conducido por uno de ellos bajo los efectos de las drogas. La noticia, que se puede consultar en cualquier periódico digital o en papel, resulta sorprendente por su crudeza y sin embargo al parecer podría no ser tan extraña a juzgar por los últimos comunicados de la DGT.

     Al parecer el Ministerio del Interior va a dotar en los próximos meses a la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil de 1500 nuevos chalecos antibalas. Según recogen los pliegos del contrato de compra de estos chalecos, el motivo de dicha compra es el aumento de las agresiones a los agentes por parte de conductores, algo muy infrecuente hasta hace poco tiempo. Dichas agresiones se están produciendo fundamentalmente en el transcurso de controles de alcohol y drogas, fundamentalmente en el momento en que los agentes proceden a la identificación de los conductores o cuando inician el proceso de denuncia a los mismos. Generalmente se producen con objetos punzantes o cortantes, pero también se dan casos de agresiones con armas de fuego y algunas de ellas han provocado la muerte de los agentes en acto de servicio.

     Tanto la Dirección General de la Guardia Civil como la Asociación Unificada de Guardias Civiles han apuntado, al respecto, que la tendencia es que este tipo de agresiones sigan creciendo tanto en número como en gravedad y ésta última publicó un informe el pasado Noviembre en el que se alertaba sobre la "precaria dotación en chalecos antibalas".

      Naturalmente, no es éste el único argumento esgrimido para la compra de los chalecos. La amenaza yihadista es, hoy por hoy, el mayor peligro al que se enfrentan tanto la Guardia Civil como el resto de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Desde los ataques en París al semanario satírico Charlie Hebdo y la sala de conciertos Bataclán, el nivel de amenaza terrorista es de Alerta 4.

     Cabe preguntarse cuál es el motivo de este cambio de actitud en los conductores respecto a la Guardia Civil. Precisamente se trata de una de las instituciones más apreciadas por los españoles, según muestran todas las encuestas, de modo que resulta lógico pensar que el motivo de dichas agresiones no está en el uniforme que visten los agentes, sino más bien en la función que cumplen. No están siendo atacadas otras agrupaciones de la Guardia Civil como las brigadas antiterroristas, los grupos de montaña, la unidad de delincuencia económica y financiera (UDEF)... sino que la atacada es la Guardia Civil de Tráfico. Y estos ataques coinciden con un incremento exponencial en la cantidad de denuncias presentadas por dicho cuerpo. Desde hace unos años para acá la recaudación en forma de multas ha experimentado una subida espectacular y cada vez es mas frecuente encontrar conductores que afirman que el primer objetivo de la Guardia Civil de Tráfico ha dejado de ser la ayuda a los conductores en carretera y se centra actualmente en la imposición de multas y consiguiente recaudación de dinero. Aquello de "los radares nunca se encuentran en lugares peligrosos, sino en puntos que, precisamente por la ausencia de peligro, invitan a pisar el acelerador". Me temo que la Guardia Civil de Tráfico está pagando los platos rotos de una situación de la que no son responsables. Si la DGT necesita recaudar dinero no es por culpa de la GC, pero son ellos los que tienen que dar la cara y, por tanto, los que se llevan las tortas. Una situación que, como español y admirador de la Benemérita, me abochorna profundamente.