Qué pasaría si el gobierno y no los narcos comprara la coca en Colombia? Antes de tomar esa decisión habría que resolver algunas preguntas.
A pesar de los enormes esfuerzos que ha hecho el Estado, el mercado de la cocaína sigue activo. Ni la fumigación, ni la erradicación han logrado detener un lucrativo negocio, que continúa siendo regulado por los actores armados. Campesinos mal pagos continúan asumiendo los costos de las estrategias represivas. En distintos lugares, las comunidades están resistiendo la intervención del Estado, exigiendo que el gobierno plantee alternativas. El modelo parece agotado e insistir en las mismas soluciones arrojará similares resultados. ¿Qué pasaría si el Estado en lugar de destruir cultivos, comprara la hoja de coca?
Esta idea fue planteada hace más de un año por el expresidente Cesar gaviria . En esta ocasión Gaviria afirmó “Sería más eficaz que el Estado comprará esas cosechas y las quemará que ponerse en la tarea de hacer aspersión aérea y asumir costos para hacer erradicación”. Veinte años atrás, el presidente de Francia, Jaques Chirac también lanzó esta alternativa, en medio de los paros cocaleros. Además, en mesas de diálogo con el gobierno nacional, los mismos productores le han planteado al Ejecutivo esta opción. Hasta el expresidente Uribe, en el 2005, en pleno auge de la estrategia militarista contra la coca, hizo una propuesta similar desde Villavicencio pero esto nunca se concretó. Uribe propuso incluso ir más lejos y comprar a campesinos cocaína ya procesada a cambio de que no volvieran a participar en el negocio.
Si por un momento evitamos los análisis apasionados y tomamos en serio este planteamiento ¿cuáles serían las preguntas claves que deberían resolverse? Un examen detenido a esta pregunta muestra que el diablo está en los detalles, pero las oportunidades también. Hoy parece un tema de ciencia ficción, teniendo en cuenta las experiencias fallidas del Estado con este tipo de proyectos con otros cultivos. Pero ante la falta de ideas o el riesgo de seguir haciendo lo mismo, bien vale la pena pensar en nuevas opciones. Proponemos, para empezar, considerar los siguientes asuntos por resolver:
¿Para qué? Si esta estrategia se define con el objetivo de que Colombia sea un país sin coca, estará destinada al fracaso, pues seguiría respondiendo a la lógica de que reduciendo la oferta se elimina la demanda, cuando eso está totalmente desvirtuado. Además, comprar la coca no significa que otros no sigan dedicándose a estos cultivos. De otro lado, si la estrategia se contempla en el marco de una intervención más amplia de desarrollo rural, con el propósito de generar confianza, construir ciudadanía en los territorios y empoderar a las comunidades, entre otros, entonces a la luz de este objetivo la estrategia podría tener éxito.
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