Con un millón doscientos mil chicos anémicos (según datos de Unicef) y varios millones de personas mal nutridas de todas las edades, la recientemente sancionada y promulgada ley 25.630 ofrece una importante herramienta para mejorar el perfil alimentario de los argentinos: establece la fortificación obligatoria de la harina de trigo con micronutrientes indispensables para diferentes procesos bioquímicos y metabólicos del organismo. Esos micronutrientes son el hierro, el ácido fólico, las vitaminas B1, B2 y la niacina (la carencia de esta última está relacionada con enfermedades como la pelagra).
Según informa la asociación civil Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), el análisis de una encuesta de gasto de hogares realizada por el Indec hace más de una década indica que el 40% de la población más desfavorecida tiene deficiencias de hierro, situación que se hace crítica en los sectores más pobres. Por otro lado, calcula que la efectiva aplicación de este nuevo instrumento legal lograría reducir de 700 a 567 el número de bebes nacidos anualmente en el país con defectos congénitos del cerebro y la columna vertebral.
Según los organismos sanitarios internacionales, la deficiencia de micronutrientes es un problema serio en los países en desarrollo por el impacto que ocasiona sobre la salud y el bienestar de la población, especialmente en los grupos de más bajos ingresos.
En este sentido, los especialistas coinciden en que la harina de trigo es un vehículo apropiado para llegar a gran parte de la población, ya que los alimentos en los que interviene constituyen la principal fuente de energía (33%) en nuestro país, por lo que se consume diariamente.
Es más: el consumo de pan aumenta paralelamente a la disminución de los ingresos, de modo que su enriquecimiento tiene más impacto en los más vulnerables.
Pero existen puntos de discordia. Uno de ellos es que, dado que la inclusión de hierro puede modificar las propiedades organolépticas de los productos cuando no se los consume antes de los tres meses, el equipo encargado de reglamentar la ley se muestra proclive a incluir dentro de la obligatoriedad del enriquecimiento solamente las harinas para panificación, y no las destinadas, por ejemplo, a la fabricación de fideos.
"La ley será reglamentada fundamentalmente para el pan -explicó el doctor Sergio Britos, del Ministerio de Salud-. Estuvimos analizando qué comen los hogares más pobres y en qué medida una fortificación impacta más de lleno en los hogares más pobres. Y si bien consumen fideos, el pan es el alimento por excelencia."
Sin embargo, especialistas como el doctor Alejandro O´Donnell, del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni), Ariana Koffsmon y Ariela Vinitzky, de Cippec, y funcionarios de Unicef opinaron que una disposición de este tipo reduciría la eficacia de la nueva norma legal.
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