I
	El viajante de los jardines
	lleva un herbario.
	Con su tomo de olor, gira.
	Por las noches vienen a sus ramas
	las almas de los viejos pájaros.
	Cantan en ese bosque comprimido
	que requiere las fuentes del llanto.
	Como las naricillas de los niños
	aplastadas en el cristal opaco,
	así las flores de este libro
	sobre el cristal invisible de los años.
	El viajante de jardines
	abre el libro llorando
	y los colores errabundos
	se desmayan sobre el herbario.
	II
	El viajante del tiempo
	trae el herbario de los sueños
	Yo. ¿Dónde está el herbario?
	El viajante. Lo tienes en tus manos.
	Yo. Tengo libres los diez dedos.
	El viajante. Los sueños bailan en tus cabellos.
	Yo. ¿Y cuántos siglos han pasado
	El viajante. Una sola hora tiene mi herbario.
	Yo. ¿Voy al alba o a la tarde?
	El viajante. El pasado está inhabitable.
	Yo. ¡Oh jardín de la amarga fruta!
	El viajante. Peor es el herbario de la luna.
	III
	En mucho secreto, un amigo
	me enseña el herbario de los ruidos.
	(¡Chist... silencio!
	¡La noche cuelga del cielo!)
	A la luz de un puerto perdido
	vienen los ecos de todos los siglos.
	(¡Chist... silencio!
	¡La noche oscila en el viento!)
	¡Chist... silencio!
	Viejas iras se enroscan en mis dedos.
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