Es aquella producida durante el período artístico del Renacimiento europeo, que abarcó los siglos XIV, XV y XVI. Se caracteriza por ser un momento de ruptura en la Historia de la Arquitectura, en especial con respecto al estilo arquitectónico previo: El Gótico.
Produce innovaciones en diferentes esferas: tanto en los medios de producción como en el lenguaje arquitectónico, que se plasmó en una adecuada y completa teorización.
Otra de las notas que caracteriza este movimiento es la nueva actitud de los arquitectos, pasando de ser artesanos a verdaderos profesionales, marcando en cada obra su estilo personal. Las grandes catedrales góticas son en su mayoría anónimas, sin embargo las grandes obras renacentistas están todas firmadas. Inspiraron su labor en su interpretación propia de la Antigüedad clásica, en particular en su vertiente arquitectónica, que consideraban modelo perfecto de las Bellas Artes.
También es un momento en que las Artes manifiestan un proyecto de síntesis e interdisciplinariedad bastante compacto, no considerándose como elementos independientes, sino subordinados a la Arquitectura.
La Arquitectura del Renacimiento estuvo bastante relacionada con una visión del mundo durante ese período sostenida en dos pilares esenciales: El clasicismo y el humanismo.
La recuperación del ideario de la arquitectura clásica, introducida por la cultura del Renacimiento, debió necesariamente trascender de la mera observación de la realidad. La arquitectura producida por los artistas renacentistas, humanistas en general, procuraban mantener una imagen erudita y literaria, más allá de la mera reproducción de las ruinas greco-romanas. Los arquitectos creaban siempre en busca de un modelo ideal, en detrimento de los modelos existentes (con gran número de ruinas en especial en Italia). Estos modelos ideales o idealizados fueron sistematizados y plasmados de forma teórica, en lo que dará origen a los tratados de Arquitectura clásica de la época.
Sin duda, para la creación del modelo teórico, la observación de las ruinas fue la inspiración predominante de los primeros arquitectos renacentistas italianos, pero a medida que el Renacimiento evolucionaba, los estudiosos, pasarán, sistemáticamente, de ofrecer o recuperar los cánones y obras técnicas del clasicismo a redactar sus propios tratados del estilo, que aunque basados en el clasicismo, llegan a ser efectivamente anti-clásicos.
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