Por Alejandra López
El salvador históricamente ha sido tierra de hombres y mujeres que dejaron huella, es tierra de luchadores y mártires que dieron su vida en la búsqueda de un mejor futuro. Sin embargo, la lucha por el poder económico no ha permitido el desarrollo del bienestar colectivo e individual para las grandes mayorías.
De esta manera se ha llegado a una conflicto interminable entre ricos y pobres que con el paso de los años ha destruido las esperanzas de muchas familias salvadoreñas en un mejor mañana, pues el sol sale para todos pero alumbra y da más calor a unos más que a otros.
Generalmente un ciudadano inicia su día informándose a través de cualquier medio de comunicación y es alarmante amanecer con estos titulares: “El Salvador arranca el 2016 como el país más violento del continente”, “El Salvador entre países con más pobreza de América Latina”, “El Salvador, el segundo con más desempleo de Centroamérica”, entre muchos otros más.
Pero ¿Cómo hemos llegado a esto?, ¿cómo sobrevive un salvadoreño diariamente sin una fuente de ingresos?, ¿vivir o sobrevivir?, ¿cuáles han sido la salida para estas personas?, ¿dónde está el estado?
El Salvador sufrió doce años de guerra civil que fue el resultado de ir acumulando injusticias sociales, desigualdad económica y social, precariedad en alimentación y oportunidades, violación de derechos humanos, represión militar y corrupción. Se finaliza esta etapa con la firma de los acuerdos de paz, que brindaba una nueva perspectiva de progreso, paz y sobre todo bienestar.
Se dio un cese al fuego, sin embargo la situación actual es muy similar a los años 80. La brecha entre las clases sociales ha ido en aumento y aún más la exclusión de las mayorías populares, es decir la clase trabajadora y pobres no han tenido un cambio a mejor en sus condiciones de vida.
En tiempos de paz el país se enfrenta a nuevos retos como: la privatización como consecuencia de la influencia de las relaciones internacionales, la dolarización debido a la dependencia económica y política de Estados Unidos y la crisis económica de los años 2007 y 2008.
Además de los constantes enfrentamientos de los partidos opuestos por el poder político, han dejado como resultado un país con altos niveles de desempleo, condiciones laborales precarias, salario insuficiente para una vida digna y como es de esperar lo anterior nos deja altos niveles de pobreza que trae consigo como consecuencia la violencia, indigencia e inconformidad social.
Debemos entender la desigualdad como la ineficiente distribución de la riqueza entre las diferentes clases sociales, dónde la mayoría recibe la menor parte, creando para la mayor parte condiciones críticas de poder adquisitivo y acceso a los bienes básicos que una familia necesita diariamente para su reproducción. De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la alimentación y agricultura (FAO), en El Salvador el problema no es sólo que el país es improductivo, sino que también, lo poco que tiene no es accesible para la mayoría de la población.
Muchos teóricos clásicos, sostenían que el salario debía ser suficiente para lograr el mínimo para la reproducción del factor trabajo, lo que sucede actualmente, ya que las personas sobreviven el día a día, sin embargo se deja de lado la satisfacción personal, la felicidad y los sentimientos del ser humano, es decir pasa a ser un medio para producir riqueza.
A pesar de que su trabajo no es compensado como tal, las personas deciden someterse ante tales condiciones debido a la necesidad y el temor al desempleo que de acuerdo a datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), actualmente es del 7%, situación que es preocupante y es irónico como algunos analistas conciben a la pobreza, como la estudian detrás de un escritorio.
Sin embargo, para hacer un diagnóstico más cercano a la realidad es necesario un cambio de fuente, es necesario despegar por un momento los ojos de las estadísticas, e ir a las personas, vivirlo y sentirlo al igual a los que viven la pobreza y sobreviven en El Salvador.
Miles de personas en nuestro país tienen grandes dificultades para alimentarse y comer casi siempre lo mismo o no comer, no contar con vivienda digna, no tener un trabajo fijo, carecen de acceso a servicios de salud y no tener oportunidad de acceder a una educación de calidad y a los niveles requeridos para poder conseguir un trabajo bueno y estable. Los pobres vivimos el día a día, sin esperar nada en el futuro, a través de la resignación.
Esta problemática de la pobreza y sus causas mantienen una relación directa con el nivel de violencia, indigencia e inconformidad social.
La violencia, delincuencia y descontento social es la manera en que reacciona la sociedad ante tal situación, es la consecuencia de la desesperación y años de frustración, tras observar como el esfuerzo de generaciones no ha logrado un cambio significativo en su bienestar material y personal, pues el futuro de sus hijos no será diferente.
Ahora bien, ¿dónde está el Estado? El Salvador, no cuenta con una política monetaria, sin embargo cuenta con la política fiscal, la intervención a la empresa privada y recursos que podrían ser focalizados a las grandes mayorías. En este punto surge una interrogante ¿está todo perdido, se puede hacer algo para mejorar esta situación?
No, personalmente considero que la intervención estatal es fundamental para el funcionamiento de la economía de un país, ya que es el gobierno quién tiene la obligación de velar por el bienestar de su país, sin crear barreras contra la empresa privada, al contrario debe crear acuerdos enfocados al desarrollo de las personas, además de crear políticas dirigidas especialmente para los más desprotegidos.
No se trata de que el rico sea pobre, ni de que el pobre sea rico, sino donde los más desprotegidos tengan más de lo necesario para sobrevivir, es decir, que logren vivir dignamente, que cuente con un empleo que más allá de ser un obligación o necesidad, donde se cree un vínculo gratificante entre el empleado y el empleador. De esta manera se daría paso a un mejor salario que permita a las personas asegurar el desarrollo de las siguientes generaciones brindándoles un futuro de calidad donde a largo plazo rompa con el crecimiento de la brecha de desigualdad entre clases sociales.
Para hacer esto posible en de suma importancia mejorar las instituciones educativas, donde la educación de calidad no sea un privilegio de unos pocos, sino una realidad para todos, un derecho primordial que debe ser garantizada por el Estado, asimismo los servicios básicos y la salud, de tal forma que a una persona cuente con una atención inmediata y eficaz, donde este nuevo modelo de salud esté enfocado de marera preventiva y no solo curativa.
Finalmente el Estado debe crear una reforma tributaria que le permita generar de forma sostenible, los recursos necesarios para invertir una mayor proporción de presupuesto para la seguridad social y la eliminación de la indigencia. Creando programas de prevención e inclusión social, brindándoles nuevas alternativas de progreso y bienestar, erradicando paso a paso la violencia.
“El progreso y el desarrollo son imposibles si uno sigue haciendo las cosas tal como siempre las ha hecho.” (Wayne W. Dyer)
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