Un hombre holandés llamado Mark Langadijk tenía 41 años cuando pidió la eutanasia. En julio de 2016, en la trayectoria de su vida era un alcohólico, padecía depresión y un trastorno de ansiedad. Era divorciado y con dos hijos pequeños, había estado en 21 clínicas por desintoxicación en el intento de superarse, pero al final de todo, murió en la casa.
Estuvo acompañado de sus familiares y de un párroco. La causa de la muerte fue porque un doctor le aplico una inyección letal, por este caso hubo un gran alboroto, porque Mark no era un paciente terminal, ni tampoco padecía de demencia aguda que le robara la lucidez. Pero su médico de cabecera considero que su sufrimiento y su dependencia de alcohol eran insuperables
Desde mi punto de vista, todos tenemos decaídas y nos refugiamos en alguna pero como en este caso, a pesar de haber sido hospitalizado y no haber tenido mejoría, y aunque el paciente le pida la eutanasia, este problema no es algo grave o terminal y aun lo fuera no se necesita aplicar la eutanasia, se necesita es un cuidado paliativo cada día y estar acompañado para una mejoría, en realidad doctores así no deberían tener ningún cargo por ser incapaces de poder con un paciente solo toma lo mas conveniente para ellos y los pacientes no les importa.
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