¿Qué lleva a una madre a buscar que su hija deje de sufrir pidiendo para ella la eutanasia? ¿O por qué otra madre renuncia a su vida para entregarse al cuidado de su hijo en estado de coma por los años que sean necesarios? ¿Por qué dejar ir es amar? ¿Por qué también lo es permanecer? ¿Por qué tan contrario a sí mismo es el amor, como alguna vez escribió Luís de Camões, poeta portugués?
Esta es la historia del amor que Sonia y María Lucía sienten por sus hijos. El relato de un sentimiento que llevan incrustado en las fibras más sensibles de su humanidad y que no es otro sino el poderoso amor de madre. Pero también es un recuento de dolor, de una encrucijada que las enfrentó a decidir por quienes más querían. Y una lección de amistad, pues se hicieron amigas y confidentes en el camino.
Sonia y María Lucía son dos voces de la eutanasia en Colombia. La primera, precursora del derecho a la muerte digna en el país gracias a la batalla legal que emprendió para cesar el dolor de su hija Lina María. La segunda, la otra cara de una moneda que se niega a caer mientras gira: la de esperar paciente la muerte de su hijo Édgar Iván.
Aunque María Lucía jura que recuerda a Sonia y a sus inmensos ojos azules de la época de colegio, pues ambas viven en Funza y se llevan pocos años de edad, la relación que hoy las une comenzó por casualidad, porque compartían EPS y las atendía en casa el mismo personal médico.