Tuve un viaje con LSD en plena depresión
Diaz PHARMACO
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Tuve un viaje con LSD en plena depresión

Me rodeó una inmensa soledad que de inmediato reconocí y en la que vi representado uno de mis mayores y más silenciosos miedos.

26 feb 2019

 

Imagínate un viaje en el que lo mejor que pasó fue haber perdido la maleta. De entrada no suena bien, pero créanme que se sintió increíble, porque el viaje era con un ácido y en el equipaje llevaba solo angustias y miedos.

El viaje con LSD es una experiencia maravillosa si estamos dispuestos a vivir una aventura, una expedición emocional de tan incomparable e intensa belleza que puede resultar abrumadora. Por esto, tener serias preocupaciones, sentirnos deprimidos o profundamente angustiados puede no ser una buena idea (es una recomendación que hacemos en el Manual para Viajeros en LSD). Viajar con ácidos cargando el peso del malestar, puede dificultar que disfrutemos e influenciar a que transformemos todo en una pesadilla completa .

 

Pero a veces las cosas pueden tornarse particularmente interesantes. No hay nada predecible en la experiencia psicodélica, solo consejos y advertencias basadas en pruebas privadas a baja escala y en las experiencias que los asiduos usuarios del ácido creemos conveniente compartir para invocar un buen viaje.

Con el ánimo un poco lastimado ignoré la propia advertencia de no tripearme si no estaba en condiciones óptimas para las exigencias de la expedición. Me embarqué en una arriesgada aventura con amplias probabilidades de terminar mal, buscando en este lo que busca uno en un viaje ordinario: escapar. Como nunca he tenido un mal viaje, la amenaza de uno se me hacía lejana; sin embargo, este podía ser el primero, dada mi carga anímica.

Pero a veces las cosas pueden tornarse particularmente interesantes. No hay nada predecible en la experiencia psicodélica, solo consejos y advertencias basadas en pruebas privadas a baja escala y en las experiencias que los asiduos usuarios del ácido creemos conveniente compartir para invocar un buen viaje.

Con el ánimo un poco lastimado ignoré la propia advertencia de no tripearme si no estaba en condiciones óptimas para las exigencias de la expedición. Me embarqué en una arriesgada aventura con amplias probabilidades de terminar mal, buscando en este lo que busca uno en un viaje ordinario: escapar. Como nunca he tenido un mal viaje, la amenaza de uno se me hacía lejana; sin embargo, este podía ser el primero, dada mi carga anímica.

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