Hace unos días un amigo me invitó a conocer a sus hijas. Dieciocho años de cultivar lo han enseñado a crecer plantas con tallos gruesos y enormes hojas con hasta trece foliolos. Sin embargo, en medio de una olorosa cosecha de Sour R, una variedad sativa abundante en resina, se alzaba un cogollo extraño y distinto a los demás, una especie de cerebro hecho de marihuana con cientos de pistilos apuntando hacia la luz.
“¿Ves esa madre gorda de ahí en medio?”, me preguntó mi experimentado amigo. “Es una marihuana poliploide. En todos mis años de cultivar, nunca me había tocado una así”. Imagina un gusano de marihuana, grande y gordo, descansando sobre una cama de hojas que crecen en todas direcciones. La imagen de esa mota monstruosa quedó grabada en mi cabeza y cuando llegué a mi casa investigue más al respecto.
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