El Betis insiste y gana en Balaídos a un Celta sin soluciones El VAR concede
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El Betis insiste y gana en Balaídos a un Celta sin soluciones El VAR concede

El VAR concede a diez minutos del final el gol del triunfo a Jesé, premio a la propuesta del equipo de Quique Setién

10 mar 2019

celta de vigo betis

 

 

Hay múltiples maneras de interpretar el fútbol lícitas y válidas, capaces de extraer rendimiento. El Betis ha elegido una y no todo el mundo la entiende, seguramente porque su entrenador nunca se ha manejado en los resortes de la diplomacia ante los micrófonos. Tener las ideas claras suele incomodar en tiempos en los que la indefinición hace fortuna.

El Betis no solo es cristalino sino que si se le mirase sin la lupa de los prejuicios se le ponderaría por una vocación que no todos atesoran no ya en el fútbol sino en la vida: el equipo que ordena Quique Setién salta al campo dispuesto a tomar el mando, no quiere ser gregario. Le acusan de horizontal, de poco profundo, barroco y tedioso sin valorar que en el fútbol quedarte con el balón es lo más complicado. Lo fácil, lo que puede hacer todo el mundo, los malos y los buenos, es correr tras él. En un tiempo en el que podría brotar la duda, después de ganar apenas un partido de ocho, de caer en la Copa del Rey y en Europa, de que en el Villamarín surgiesen gritos críticos contra el técnico, el Betis redobló su credo en Balaídos, maduró el partido, lo buscó, lo mereció y lo ganó en un ejercicio de paciencia en el que, por el camino, anuló al Celta. ¿Alguien puede reprocharlo?

La sentencia llegó en el epílogo gracias al videoarbitraje y tras un ejercicio de demolición propio de una gota malaya. Cierto que también se abrió el grifo, que salió Tello al campo y le dio al Betis el colmillo que precisaba para someter al Celta también en los últimos metros. El equipo gallego trató de contener tanto caudal como pudo, pero le faltaron manos para lograrlo, por más que Hugo Mallo se multiplicase en defensa y el técnico de estreno, Fran Escribá, buscase soluciones que no llegaron.

El Celta estuvo en manos de su rival y ni siquiera encontró la manera de dañarle a la contra, que es donde podría haber encontrado el partido. Jugó encerrado en su campo y no lo hizo por voluntad propia, incomodado para  salir con el balón, sin recursos para activar el juego directo, constreñido a sufrir. El Betis acumuló pases ante un rival replegado, jugando con la paciencia y el movimiento para que apareciesen los espacios. Claro, si le diese más velocidad a la pelota y tuviese más desborde en el uno contra uno sería el Barcelona de Guardiola. Es el Betis y no es poco. Cuando encontró esa marcha más convirtió lo que era un dolor de cabeza para el Celta en una pesadilla. Ahí apareció Jesé, que se alineó de nueve sin dar referencias a los centrales rivales y siempre dispuesto a entrar en el circuito de la pelota. O Guardado, que da múltiples soluciones por dentro, con el recurso de buscar paredes que desmontan defensas.

Acumuló hombres cerca del gol, pero no ocasiones el Betis, apenas un disparo desde la frontal de William Carvalho antes del descanso, antes de que Francis, un diestro que se alineaba en la izquierda, se lesionase al poco del regreso y Setién llamase a Tello, que nada más saltar al campo trazó una primera sociedad con Guardado para llegar al mano a mano ante Rubén Blanco, que solucionó el envite. El Betis había encontrado una veta y como por el otro flanco no dejaba de amenazar con Joaquín, el Celta sintió frío: la manta ya no le tapaba. Escribá maniobró con la entrada de Pione Sisto, buscó soluciones en la delantera que le diesen opciones a los hombres de atrás, agobiados porque la pelota parecía un boomerang. No cesó el Betis, que explotó a Tello hasta la saciedad y llegó al área local con todo. Hugo Mallo le negó el gol al central Mandi en la boca de gol cuando quedaba un cuarto de hora para el final.

Todo fluía entonces desde el flanco que gobernaba Tello. A él le buscaron para generar el gol, tras otro remate suyo que encontró rechace de Rubén Blanco, pero en el que Jesé recogió el rechace para marcar. El asistente de Estrada Fernández había visto fuera de juego del extremo bético, pero el VAR, con Jaime Latre a los mandos, le desmintió. Restaban diez minutos por jugar, pero el Celta fue incapaz de articular una respuesta. El lesionado Iago Aspas, que empezó el partido sonriente en primera fila del palco que ocupaba, se retiró hacia atrás con el paso de los minutos, circunspecto. Cada semana que pasa medra, más allá de los aconsejable, la sensación de dependencia del equipo respecto a él y su ausencia. Se le espera para dentro de tres semanas, tras la visita del equipo al Bernabéu y el parón por los partidos de las selecciones, en un duelo que se antoja decisivo contra el Villarreal en Balaídos.

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