La rebelión de Túpac Amaru (1740-1781), con su utopía del ‘Reino de América’, y cuya insurrección tuvo resonancias continentales, puede ser considerada como la primera etapa de nuestras ‘Guerras de Independencia’, junto a la Revolución Haitiana, primer proceso revolucionario antiesclavista y anticolonialista, que proclamó al primer Estado soberano en el continente (1804). Pese a las diferentes revueltas permanentes en la época colonial, nunca hubo un movimiento tan exitoso como el de los haitianos. Su espíritu libertario logró aterrorizar a la clase propietaria de todo el continente.
El miedo a que esta revolución se expandiera al resto de colonias, hizo que esta sea bloqueada y difamada por las principales fuerzas colonialistas: Francia, Gran Bretaña, España y, posteriormente, Estados Unidos. No hay duda de que el proceso independentista de Quito era una continuidad de las rebeliones que estallaron durante el siglo XVIII. En ese marco, Arturo A. Roig dice, “se inicia la segunda etapa de nuestras ‘Guerras de Independencia’ (1808-1824), llevada adelante ahora, no por la población indígena ni por los esclavos africanos, sino por otro sujeto social, la clase criolla sudamericana. Estas generaron, asimismo, formas de ‘utopía para sí’, sumándose a las ‘utopías magnas’ de nuestra historia”. Ampliar Procesión del Corpus en Quito. Dibujo de Tofani, según los croquis de André. Actores del movimiento independentista (1809) Varios fueron los protagonistas de este hecho histórico.
Las mujeres quiteñas jugaron un papel importante en este proceso. Una de ellas fue Manuela Espejo, más que la hermana de Eugenio Espejo y la esposa de José Mejía Lequerica, surgió como una de las pocas mujeres ilustradas en el Quito de finales del siglo XVIII. Poco a poco fue cultivando sus ideas de emancipación política, contribuyendo en la escritura de los discursos de Mejía, y de libertad mental a través de su interés por la literatura, las artes, la filosofía y las ciencias. Manuela rompió normas para no ser sometida. Otra de las mujeres que puso, no solo su casa sino sus ideas y convicciones al servicio del proceso independentista fue Manuela Cañizares, participando activamente, alentando y presionando a los patriotas para dar el golpe final. Rosa Zárate fue otra de las heroínas de este proceso. Fue una mujer de acción, de lucha, estuvo presente en la defensa de los barrios de Quito, especialmente en San Roque, tras la matanza del 2 de Agosto de 1810. Otro de los actores del proceso independentista, de cuya actuación sabemos poco, son los sectores indígenas. Las fuentes documentales nos han revelado que en la Audiencia de Quito, entre 1809 y 1814, existieron indios a favor e indios en contra de la revolución. Indios y caciques, como los de Otavalo y Cotacachi, se declararon amigos de los revolucionarios quiteños.
En contraste, los caciques de la Sierra Centro se alzaron tanto contra los criollos como contra el Estado colonial. La historiadora Rosario Coronel, quien ha estudiado este proceso, a través del seguimiento que hace de la actuación de Julián Quito, líder del levantamiento indígena de 1803, plantea que “no es suficiente hablar de si los indios se movilizaron o no en la revolución, hay que acercarse a una comprensión de por qué lo hicieron”.
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