En su primera alocución ante el Congreso de Estados Unidos ha quedado claro que el presidente Donald Trump no se ha movido un centímetro de los postulados populistas con los que se alzó con la victoria en las elecciones de noviembre del año pasado. No hay que engañarse: el que rebajara ligeramente la estridencia verbal de sus postulados y no tuviera ninguna salida de tono —a las que ha acostumbrado a todo el mundo desde que llegó a la Casa Blanca el 20 de enero— no significa que haya modificado en modo alguno sus planes. Al contrario. El firme respaldo público —en contraste con sus bajos índices de popularidad— que le otorgó el Partido Republicano en el Capitolio, con sus congresistas y senadores aplaudiendo en pie, pone de manifiesto la luz verde legislativa con la que cuenta el mandatario para llevar a cabo sus proyectos por controvertidos o irrealizables que puedan parecer.
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