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Sin perder tiempo, cuando nos toca parar la pelota para fortalecernos y reflexionar profundamente, porque los resultados de las PASO exponen un indicador clave: quién ha sufrido más que nadie las políticas del gobierno actual. ¿Qué dudas quedan? El pueblo. No sólo hay mucha más pobreza, hay mucha más hambre

Adolfo Pérez Ezquivel | 14 ago 2019

Era urgente, ayer y ahora mismo, sin perder tiempo, cuando nos toca parar la pelota para fortalecernos y reflexionar profundamente, porque los resultados de las PASO exponen un indicador clave: quién ha sufrido más que nadie las políticas del gobierno actual. ¿Qué dudas quedan? El pueblo. No sólo hay mucha más pobreza, hay mucha más hambre, además todos los días se caen más fuentes de trabajo, mientras vacían la escuela pública, entregan la soberanía nacional y multiplican la deuda externa bajo las garras del FMI. Aquí no se termina nada, porque la represión y la violencia que sufrimos en las calles es diaria y directamente proporcional a los privilegios que le otorgan al capital financiero. El análisis no es complejo y la elección lo traduce: una gestión que no está al servicio de la sociedad está contra ella. 

Hoy el macrismo representa esta política que se ha impuesto en favor de ciertos intereses, por encima de casi toda América Latina, como bien se puede ver entre tantos "Lawfares", esas guerras judiciales de donde surgen los Sergio Moro, los Claudio Bonadio, los Carlos Stornelli... Mediante todo ese macabro mecanismo, en Brasil destituyeron a Dilma Rousseff y encarcelaron al expresidente Lula da Silva, para que ni siquiera se presentara como candidato. Porque sí, se trata de una política continental para contrarrestar a los movimientos populares y evitar su llegada al poder. ¿Cómo? Así, haciendo protagonistas a las políticas neoliberales que representan otro embate violento del intervencionismo impartido por Estados Unidos, para resguardar sus recursos, sus negocios y sus bases militares en el cono sur. 

Pues tal como combatimos al monocultivo de la soja, sumamente peligroso para nuestra soberanía, debemos identificar al todavía más peligroso monocultivo de las mentes, estimulado con las permanentes guerras judiciales y una incesante campaña mediática para imponer un pensamiento único. Por eso, ahora más todavía, debemos mantener nuestra conciencia crítica, acortando todas las distancias en la diversidad del campo popular. No es necesario que pensemos igual, pero compartimos un objetivo central para salvar a la República del desastre que padecemos. 

Porque la paz no se regala. 
Porque la justicia se construye cada día.
Y porque no vamos a entregar nuestra soberanía. 

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