Clímax de Gaspar Noé

Por Matías Monterubbianesi

El director franco-argentino del controversial film Irreversible protagonizado por Monica Bellucci y Vincent Cassel en el año 2002, Enter The Void (2009) y Solo contra todos (1998), reapareció en la escena con Clímax; una cinta que retrata la impredecible noche de un grupo de bailarines de danza urbana en Francia a mediados de la década del 90, cuya contingencia desemboca en una pesadilla lisérgica al ritmo del Eurodance.

Como se trata de una obra de Gaspar Noé, nunca está de más recordar que estamos en presencia de un director y guionista que fundamentalmente procura incomodar, perturbar y hacer del cine una experiencia traumática que pretende colmar al espectador de estímulos de manera intempestiva, con el fin de negarle la posibilidad de permanecer indiferente o pasivo ante los acontecimientos que se le presentan.  

Asimismo, hay que tener en cuenta que Noé –en líneas generales- trabaja con tramas crudas, angustiantes y existencialistas; además de posar enfáticamente su atención en el sexo, las drogas, lo perverso que puede ser el ser humano, y hasta en oportunidades explora otros terrenos como la crítica social desde una óptica misántropa como en Solo contra todos.  

Debido a su mirada sobre el cine y la condición humana, el director recibió duras críticas, especialmente por la escena de la violación sexual que protagonizó la actriz italiana Monica Bellucci en Irreversible. Con todo, ni las más férreas críticas ni los abucheos parecen afectar su trabajo, ya que Noé es un cineasta marcadamente efectista, a quien le interesa que el cine sea una experiencia absorbente y desgastante.

Sin embargo, no todo se reduce a su estilo, ya que detrás de sus provocaciones puede hallarse una burla a esa moral políticamente correcta que evocan los críticos especializados al imponer los límites de lo moralmente aceptable en el ámbito del cine. A su vez, la mirada del director revive los anhelos que planteó el séptimo arte en sus orígenes: recuérdese el efectismo del emblemático tren de los Lumière que provocó que la gente abandonara sus asientos por temor a ser embestidos, en una clara muestra de lo difuso que puede ser el límite entre la realidad y la ficción.

En cuanto a Clímax, durante los minutos iniciales, se observan varias películas en DVD apiladas en dos columnas, y en el centro una pequeña pantalla en la que, previo a los sucesos vertiginosos de esa noche, aparecen los jóvenes personajes siendo entrevistados en relación a su vocación por la danza urbana. Aquí hay que reparar en un detalle, dado que en los DVD’s  puede corroborarse lo que será una declaración de principios cinematográficos: entre las obras fílmicas se encuentran Saló o las 120 jornadas de Sodoma de Pasolini y Suspiria de Dario Argento. Evidentemente dichas obras le valieron de influencia a Noé para llevar a cabo su flamante creación.

A posteriori,  tras haber presentado a los personajes dispuestos a hacer más de un sacrificio por triunfar en el ámbito de la danza urbana, éstos se reúnen en un remoto y vacío edificio para ensayar durante una noche de invierno, beber sangría y celebrar sin preocupaciones. En este punto el director expone las coreografías grupales durante varios minutos, momento en que los cuerpos parecen controlados y despojados de todo acto de la conciencia. Hasta ese entonces la música es lo único que les gobierna.

Aunque los diálogos dejan entrever que algo disruptivo está por presentarse, lo cierto es que en el ambiente no hay un elemento en particular que sugiera que algo sumamente descabellado esté a punto de acontecer. O eso es lo que se cree en un primer vistazo, ya que el componente que introducirá el caos y disparará el horror se encuentra diluido en la fuente de sangría.

Si bien el espectador no puede dar inmediatamente con el responsable, lo cierto es que uno de los personajes consigue echarle LSD a la sangría sin que los demás tomaran nota de ello. Esta sustancia hará que los jóvenes empiecen a perder el control paulatinamente y culminen liberando las pulsiones del inconsciente. El interrogante del LSD no será develado de inmediato, sino que persistirá a lo largo del desarrollo de la trama.

La experiencia –por momentos dionisíaca- de los personajes no estará exenta de sexo, discriminación y violencia. De esta manera, y como un Dios despiadado, Noé dará rienda suelta a su visión macabra de la naturaleza humana al seguir individualmente a sus creaciones con el fin de captar en detalle la degradación física y mental de los bailarines, representada en un viaje lisérgico que encerrará a cada uno de los jóvenes en su propio infierno.