: Por Carlos Valadés
La atmósfera: Estados Unidos en los años 50 era, bajo ciertos condicionantes, un buen lugar para vivir.Si eras blanco, conservador y/o puritano, y tus objetivos en la vida eran tener un Hudson Hornet , una hacendosa mujer que cocinase unos deliciosos pasteles de manzana, y una casa en un barrio residencial de cualquier anodina ciudad del medio oeste americano, ese era tu lugar
.La segunda guerra mundial deja el mundo polarizado y la guerra fría vive sus momentos más intensos con el senador McCarthy ejerciendo de Torquemada en su infausta caza de brujas, encarcelando a todo lo que parezca o sea de color rojo.
Estamos en los albores de la sociedad de consumo: la creciente clase media apuntala con cada electrodoméstico nuevo el “american way of life”. La televisión entra de forma masiva en los hogares y una ola de marcianos y alienígenas, en clara alusión al comunismo y otras ideologías, amenazan a la democracia estadounidense en filmes como “La invasión de los ultracuerpos”, “Invasores de Marte” o “Planeta prohibido”, esta última con la primera aparición terroríficamente estelar del desopilante “Robby el robot”.
La generación beat: Como contrapunto al pensamiento lineal de masas y al profundo conservadurismo en el que se estaba precipitando el país, escalada nuclear incluida, surge en Nueva York un movimiento contracultural fruto del inconformismo ante los valores que la sociedad americana les ofrece. El núcleo principal lo formaban Jack Kerouac , William Burroughs y Allen Ginsberg.
Los eclécticos y relajados valores de los hipsters combinaban el uso de drogas, una moral sexual relajada, la influencia de culturas orientales y la revolución musical que se produjo con el bebop que consiguió sacar al jazz del paquidérmico y obsoleto formato de las big bands.El gran tótem de esta generación fue Neal Cassady , que complementaba dos aficiones aparentemente contrarias: la lectura compulsiva y el robo de coches. Su amistad con los miembros del grupo, sus viajes de costa a costa con Jack Kerouack, y su continuo carpe diem vital le convirtieron en el alma del grupo. El movimiento beat fue el germen de los hippies de los 60 influyendo notablemente en Bob Dylan (que tuvo una estrecha colaboración con Allen Ginsberg), Janis Joplin, Lou Reed o David Bowie.
En el camino: “Con la aparición de Dean Moriarty comenzó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la carretera.”
Dean Moriarty y Sal Paradise cruzan, en un viaje iniciático, los Estados Unidos. Devoran kilómetros a bordo de un fabuloso Cadillac, o haciendo autostop, da igual el modo, solo importa el perpetuo movimiento, la utópica búsqueda de la libertad y de los grandes espacios abiertos, mitificando la aún no mediática Ruta 66, The Mother Road.
En su lisérgico e imprevisible viaje, comparten carretera y manta con rednecks a la búsqueda de trabajo, afloran imposibles amores fronterizos, paladean el espíritu del jazz de Nueva Orleans, fuman marihuana sentados en la descacharrante máquina acumuladora de orgones, aceptando trabajos basura para seguir viajando, en su eterna huida hacia adelante.
El frenesí creativo de Kerouack, le permite escribir la novela durante solo tres semanas, utilizando un rollo de papel continuo para no ver interrumpido el ritmo desenfrenado, la prosa espontánea, puro jazz estilístico.Verdadera génesis de lo que la cultura popular y los mass media denominarían road movie, con James Dean como primer beatnik en “Rebelde sin causa”, le siguieron muchos otros ejemplos, en filmes de culto como “Easy Rider” , “El diablo sobre ruedas” o la más contemporánea “Thelma y Louise” .
La música, parte troncal de la novela, vivía otra revolución con el bebop.Dizzy Gillespie, el muy literario Charlie Parker, que ya protagonizó uno de los más famosos cuentos del increíble Julio Cortazar, “El perseguidor”, , y la personalidad de Miles Davis con su definitivo e imprescindible “A kind of blue” del año 59,, revolucionarían los anquilosados parámetros musicales en los que había encallado el jazz.
Termino con un fragmento que define la identidad, el espíritu loco y salvaje que definía el adn de la generación beat, y con el que me siento placenteramente identificado:
“…la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos y entonces se ve estallar una luz azul y todo mundo suelta un ¡Ahhh!“.
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