La poesía desobediente
MORDISCO

La poesía desobediente

La poeta Raquel Fernandez nos describe esos sentimientos que motorizan su arte poético.Desde la ciudad de Avellaneda,lugar donde el trabajo artístico es una huella que se renueva con constancia y talento.

Pablo Kulcar | 27 oct 2019

Por Liliana Majic

(Gentileza de Revista Lubidulia Poesia)

Raquel Fernández nació en Avellaneda. Recibió más de cien premios nacionales por su actividad poética y se le suman otros obtenidos en España, EEUU, Italia, Chile y Perú. Es autora de los poemarios Ojos que miran el cielo, Revelaciones, Todos los hombres que me amaron, Hermano, La antigua enfermedad del otoño, Cierta condición nocturna, Como nosotros, Once upon a time, Interrumpidas, Pretty in Pink, Goodbye, Norma Jeane, Un rayo a tiempo y Enaguas de encaje rotas. En 2015 fue nombrada Personalidad Destacada de la Ciudad de Avellaneda. En 2019 recibió una distinción como Vecina Destacada por el su aporte cultural a la ciudad de Avellaneda. Coordina junto a Claudia Vázquez el ciclo literario La palabra que sana.

 

 ¿Que es poesía? ¿Cuánto hace que escribís?

 

 La poesía es el gran misterio de mi vida. Además es resistencia, un acto de desobediencia, de amor. Creo que resistencia y desobediencia de la mano de lo poético y tienen que ver mucho con el amor. Es la razón de mi vida. Lo que elegí para mí y lo que me eligió. Algo muy profundo, hermoso, doloroso también. Olga Orozco decía que no le gustaba sufrir, que la poesía era su destino y que la había elegido. Es lo que siento. Escribir poesía en un mundo como este es un acto de resistencia enorme. Este mundo tan prosaico y deshumanizado, con problemas políticos, de ambiente, de comunicación entre las personas. La poesía remite a la comunicación, a estar con el otro, a la defensa de ciertos valores que son inherentes a las personas. Un acto de resistencia enorme.

Creo que escribo desde siempre, desde muy chica, 7 u 8 años. Escribía poemitas graciosos, irónicos. A los 11, 12, obviamente la poesía cambio y empecé con la temática amorosa en la adolescencia. Era muy chiquita, escribía diarios con papeles que me traía mi tío de su oficina. Leía Anteojito, que en su primera página traía un poema. Para esos diarios que escribía también la primera página era un poema. Siempre fue mi pasión y es lo que amo hacer.

 

 ¿Crees en la inspiración?

 

Creo profundamente en la inspiración. Me sucede, me pasa. Pero también como dijo Picasso, tiene que encontrarte trabajando. Me tomo muy en serio esto de escribir. A diario tengo un par de horas en las que me siento y escribo. Quizá solo sean ejercicios. Pero mientras hago esos delirios y palabras sueltas, generalmente, aparece el poema. Y cuando aparece en mi caso en a borbotones. Va al papel o a la pantalla, como un producto final. Sucede porque trabajé mucho antes, escribí, estuve pensando en eso muchísimo antes. No soy de los que por ahí escriben un poema y pasan mucho tiempo retocándolo. Porque el armado final se lo doy antes de escribirlo, con mis ejercicios, con mi tiempo sentada en la compu, poniendo, sacando. Y cuando descubro el poema en toda esa maraña de cosas, sale enterito, sale solo.

 

 ¿Existe una poesía social?

 

 Considero que toda la poesía es social. Hable de lo que hable siempre está diciendo algo que tiene que ver con lo social, desde muchísimos puntos de vista. Si, por supuesto hay una poesía que se identifica más como poesía social. Es la que habla directamente de ciertos temas que nos interpelan como seres humanos y en Argentina tenemos maravillosos referentes como Urondo. Pero mi pensamiento va más allá, sentir que siempre hablando de lo humano, de nosotros y del otro. Unos siempre, cuente lo que cuente, aunque cuente la historia de un actor de Hollywood, está poniendo algo de sí y está hablando de sí. También pienso que cuando uno habla de si mismo y sobre sus experiencias está hablando del otro. Todo es social porque la vivencio como un vehículo de sanación para el que la escribe y para el que la lee. Un tenderle la mano al otro. La poesía pude hacer mucho por las personas desde muchísimos niveles. Y eso es social. Fijate lo que pasó con Mónica en plaza de mayo con la fibromialgia. Poetas leyendo poesía. Fue muy fuerte, muy social. Nos pusimos en el lugar del otro. Estuvimos aliviando al otro a través de la palabra. Es muy fuerte. Siempre la poesía es social.

 

Podés leer a Raque Fernández en https://raquelgracielafernandez.blogspot.com, Pan con cicatrices.

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