Miguel Hernández Gilabert
(Orihuela, 30 de octubre de 1910 - Alicante, 28 de marzo de 1942). Poeta y dramaturgo español.
La poesía como un adagio, resuena entre el fuego y detona en los ecos de los campos de batalla. Miguel Hernández más que un hombre, es un verso que arremete, ilumina y conspira contra una realidad difícil aceptar. De familia humilde, tiene que abandonar muy pronto la escuela para ponerse a trabajar; así desarrolla su capacidad y respeto para el trabajo y se convierte en un ávido lector Su talento le abre las puertas de enclaves intelectuales, donde la lectura poética era una expiación de derrotas personales y colectivas. Así, forma parte de la tertulia literaria en Orihuela.
A partir de 1930 comienza a publicar sus poesías en revistas como El Pueblo de Orihuela o El Día de Alicante. En la década de 1930 viaja a Madrid y colabora en distintas publicaciones, estableciendo relación con los poetas de la época. A su vuelta a Orihuela redacta Perito en Lunas (1933), donde se refleja la influencia de los autores que leyó en su infancia y los que conoce en su viaje a Madrid.
Ya establecido en Madrid, trabaja como redactor en el diccionario taurino El Cossío y en las Misiones pedagógicas de Alejandro Casona; colabora además en importantes revistas poéticas españolas. Escribe en estos años los poemas El silbo vulnerado (1934), Imagen de tu huella (1934), y el más conocido: El Rayo que no cesa (1936).
Toma parte muy activa en la Guerra Civil española, hecho que lo marca. Es ese lugar desde donde se anima a respirar el poco oxigeno no contaminado de desesperanza, que flota en el aire, y lo exhala en versos, que con un filo delicado, surcan heridas y muestran el hambre y la pobreza de los que luchan. Al fin de la guerra intenta salir del país pero es detenido en la frontera con Portugal. Condenado a pena de muerte, se le conmuta por la de treinta años pero, no llega a cumplirla porque muere de tuberculosis el 28 de marzo de 1942 en la prisión de Alicante.
Durante la guerra compone Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1938) con un estilo que se conoció como “poesía de guerra”. En la cárcel acabó Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941). En su obra se encuentran influencias de Garcilaso, Góngora, Quevedo y San Juan de la Cruz.
Joan Manuel Serrat
El cantautor catalán, musicalizó la prosa de Hernández por primera vez en el año 1072.El disco acompaña el relato melancólico y dolido del poeta, con armonías que generan el clima exacto, casi que nos toman de las narices y nos retrotraen a un tiempo en que este soldado escribía, mientras luchaba y luchaba también, cuando escribía.
“Miguel Hernández” fue un disco por primera vez en 1972 y revivió su arte con una nueva edición de conformación doble, en el año 2011
Los temas del primer álbum fueron:
1. Menos tu vientre (Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)
2. Elegía (Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)
3. Para la libertad (Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)
4. La boca (Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)
5. Umbrío por la pena (Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)
6. Nanas de la cebolla (Miguel Hernández - Alberto Cortez)
7. Romancillo de Mayo (Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)
8. El niño yuntero (Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)
9. Canción última (Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)
10. Llegó con tres heridas (Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)
Joan Manuel Serrat afirmó en la capital chilena que la poesía de Miguel Hernández, hecha música, fue un arma contra la dictadura
"Los dictadores tienen todo y leen poco, y la poesía de Hernández en la voz de un cantautor como yo les provocaba, no estaban cómodos"
.El cantante recordó que su primera incursión con los poemas de Hernández salió a la luz en 1972 "y sin duda que la música que le coloqué a esos versos se convirtió en un arma contra la dictadura"
El cantautor ha recordado que fue a los 18 años cuando "cayó" en sus manos el primer poema de Miguel Hernández, "una poesía ética fantástica y cercana a la que se podía acceder sin grandes esfuerzos, la poesía de un hombre dolido que nació en la pena y murió en la enfermedad y el abandono".
Soldado de la palabra y el fuego
Miguel Hernández fue sentenciado a pena de muerte, pero esta fue conmutada por una pena de 30 años de prisión. Allí su memoria se apropia del arrebato poético, allí comienza a destilar en cuenta gotas cada palabra, las que luego se suman a nuevos versos. Miguel Hernández dignifica la palabra y sus convicciones cabalgan en sus hojas, que pronto serán testimonios de un dolor pero de ninguna manera, una derrota
Poesia de Guerra
Elegía
(Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)
(En Orihuela, su pueblo y el mío,
Se nos ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
Con quien tanto quería...)
Yo quiero ser llorando el hortelano
De la tierra que ocupas y estercolas,
Compañero del alma tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas,
Y órganos mi dolor sin instrumentos,
A las desalentadas amapolas
Daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
Que por doler, me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
Un hachazo invisible y homicida,
Un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
Lloro mi desventura y sus conjuntos
Y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
Y sin calor de nadie y sin consuelo
Voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
Temprano madrugó la madrugada,
Temprano está rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
No perdono a la vida desatenta,
No perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
De piedras, rayos y hachas estridentes,
Sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
Quiero apartar la tierra parte a parte
A dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
Y besarte la noble calavera
Y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera,
Por los altos andamios de las flores
Pajareará tu alma colmenera
De angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
De los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas
Y tu sangre se irá a cada lado,
Disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
Llama a un campo de almendras espumosas,
Mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
Del almendro de nata te requiero,
Que tenemos que hablar de muchas cosas,
Compañero del alma, compañero.
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