La oleada que padece el este del continente Australiano, que han convertido el aire de Sidney en uno de los más contaminados del planeta y destrozado cuatro millones de hectáreas, además de provocar la muerte de nueve personas, se alza como un poder destructivo del cambio climático y deja a la vista la incapacidad de algunos gobernantes para hacer frente al mayor reto global de la historia.