Desde hace 17 años iniciaron con el saneamiento de la Cuenca, de las 800 tenerías que arrojaban desechos sólo quedan 21, según SAPAL; 31 a decir de Conagua, quien define al afluente como uno de los diez más contaminados del país
El cadáver de una tortuga yace a la vera del Río Turbio en la comunidad de San Gabriel, Pénjamo. Es lo primero que salta a la vista de entre el olor nauseabundo de las aguas que regaron lo que antes fueron algunos de los más productivos campos agrícolas del estado. Es la huella mortal de la contaminación que ha matado los peces y la flora del lugar, dice Santiago Cuevas Laguna, habitante de Cuerámaro y quien a sus 82 años, sostenidos por un bastón, nunca pensó que el río en que de joven se bañaba fuera a morir por la contaminación. Hace apenas dos décadas, comenta, todavía pescaba bagres y mojarras con sus hermanos. A su paso por San Gabriel, Pénjamo, y La Carroza en Cuerámaro, el río casi se acabó. Lo mismo que en los otros seis municipios que recorre a lo largo de 215 kilómetros y que forman la Cuenca del Río Turbio (León, San Francisco del Rincón, Purísima del Rincón, Manuel Doblado, Abasolo y Romita). En noviembre de 1994 murieron cerca de 30 mil aves migratorias en la Presa de Silva, en San Francisco del Rincón. Patos en su mayoría, sus cuerpos cubrían el espejo de agua. Botulismo por contaminación, decía el diagnóstico de los expertos. Descubrieron que la fuente de polución eran las tenerías de esa demarcación, de León y Purísima, cuyos desechos eran vertidos directamente al Turbio. El caso llegó a la Comisión para la Cooperación Ambiental del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, creada el mismo año, que ordenó el tratamiento de las aguas utilizadas por esas industrias y el saneamiento del río. Para 1995 los municipios de la cuenca firmaron el Convenio de Saneamiento del Río Turbio. Hoy, a casi 17 años de la catástrofe, la tarea no termina. Rosa Sánchez Castellanos Iturbe, gerente de Calidad del Agua del Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de León (SAPAL), recuerda: "Me tocó ir a recoger muestras. La vida en el río era imposible". De entonces a la fecha las cosas han cambiado. De las 800 tenerías de esta ciudad, donde nace el Turbio, sólo 21 faltan por integrarse al sistema de tratamiento de aguas. Éstas aún desechan "los contaminantes que quieras", dice refiriéndose al arsénico, cromo, mercurio, plomo, níquel, grasas y sales que esas industrias arrojan al arroyo Hondo, afluente del Turbio. De pie en un andamio de la planta de Desbaste que construyó SAPAL con una inversión de 364 millones de pesos, muestra el proceso de saneamiento de las aguas que utilizan las industrias en el tratamiento de la piel. Al inicio el olor a putrefacción es similar al que se percibe en Pénjamo y Cuerámaro, pero desaparece en las descargas de color marrón al arroyo Hondo. El cambio es notorio. Rosa Sánchez es optimista. "Los demás municipios de la cuenca reconocen que León es el que más ha hecho, que ahora es a ellos a los que les falta". Y es que, asegura, en dos o tres años las empresas curtidoras que no han entrado al sistema ya deberán tratar todas sus aguas y el municipio se librará de ser señalado como el que más ha contaminado el río. Roberto Castañeda Tejeda, director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), ubica al Turbio como uno de los diez ríos más contaminados del país y a la industria de León como la que aporta el 80 por ciento del total de los contaminantes, si bien en dos años podría revertir esa situación. Según sus cuentas, son 36 las empresas emisoras de contaminantes industriales —entre curtidoras y cebaderos— hacia los arroyos Hondo y La Reserva, éste también afluente del Turbio. Los planes de saneamiento incluyen el tratamiento de las aguas de uso público urbano, que además de León que ya trata el 100 por ciento de sus descargas, en el proceso estarían los municipios de Purísima y San Francisco del Rincón con la construcción de una planta de tratamiento de aguas.
5 de julio de 2011 fuente: correo(Claudia Alvares) Sergio Arturo Sanchez Cornejo
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"Con eso se sanearía la mayor parte del caudal de aguas contaminadas", para entrar a una siguiente etapa para las 79 comunidades de entre mil y dos mil 500 habitantes situadas a lo largo de la cuenca y que también vierten sus aguas domésticas al río. Con una inversión que va de los 120 a los 140 millones de pesos, en 2012 "todas las cabeceras municipales ya van a tener sus plantas". La Comisión Estatal del Agua de Guanajuato (CEAG), según su Estudio de Mitigación de Riesgos de la Cuenca del Río Turbio, considera que "el problema no es menor". Además de la contaminación, las inundaciones "históricamente, han dañado zonas urbanas, agrícolas e industriales, con importantes pérdidas materiales y de vidas humanas". En los ocho municipios de la cuenca, con cuatro mil 715 kilómetros cuadrados de superficie, viven 20 mil familias y se cuentan 30 mil hectáreas de cultivo que se extienden a su largo y ancho. El peligro son las avenidas de agua contaminada en esta temporada de lluvias, pues en varios tramos el río ha perdido su cauce. Cada municipio asume una postura propia para enfrentar el problema de la contaminación y el riesgo de inundaciones, aunque poco o nada coincida con la de sus vecinos. Rodolfo Madrigal Rodríguez, alcalde de Manuel Doblado y presidente del Consejo de la Subcuenca del Río Turbio, hace un resumen: "Nadie le entra porque no lo vemos como (un asunto) electoral. León y Pénjamo no acuden a las reuniones, incluso la participación que tienen que dar (65 mil pesos) no la han dado. Nos quejamos que es León (el que contamina), que el día que traten el agua ya no la van a querer echar para acá porque ya les va a servir, pero por ejemplo Huanímaro y Cuerámaro han hecho muy poco. El Turbio es un gran drenaje". "Tenemos el 80 por ciento de aguas domésticas. Nosotros, industria fuerte que transforma el agua tan fuerte, que sea industria contaminante, pues es mínimo", comenta a su vez Rogelio Lugo Olivares, director del Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de San Francisco del Rincón (Sapaf). Para él no hay de qué preocuparse. No se necesita una planta de tratamiento, porque "la industria curtidora que existe aquí en San Francisco tiene su propio tratamiento interno… y la que no, tiene autorización de Conagua". No es el único que considera que su municipio casi no contamina. Aunque la planta de tratamiento que se construye con 118 millones de pesos ya lleva el 60 por ciento de avance, el alcalde de Purísima, Abraham Collazo Dimas, sostiene que ahí "no es fuerte la industria" como en León, de donde escurre la mayor parte de los contaminantes. La situación es muy distinta para el presidente municipal de Cuerámaro, Moisés Muñoz Cortés, quien menciona que en esa demarcación "se padece" con la muerte de aves, las inundaciones y las enfermedades que causa el consumo de agua con metales pesados de algunos pozos. El penjamense Eduardo Luna Elizarrarás coincide con su homólogo, mientras el alcalde de Abasolo, Juan Páramo Aguilar, suma la escasa calidad de las cosechas debido a la contaminación. La Conagua "poco ha hecho, y ni siquiera se puede meter maquinaria al río porque es federal". El proyecto Monitoreo de contaminantes en las cuencas de los ríos Guanajuato, San Juan de Otates y Turbio, y su impacto en el Río Lerma, publicado en 2005, revela que en la Cuenca del Río Turbio se ha "transformado sustancialmente la distribución de los metales pesados". Elaborado por el Centro de Geociencias y el Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México, y coordinado por el doctor Gilberto Hernández-Silva y ocho investigadores más, el documento da cuenta de nueve elementos encontrados en la zona en "concentraciones elevadas": arsénico, cadmio, cobalto, cromo, hierro, mercurio, níquel, plomo y zinc. Todos, "de origen antropogénico". La mano del hombre ha jugado su papel. El "Cd (cadmio) se encuentra ampliamente distribuido en la cuenca con rangos por encima de los catalogados a nivel internacional como normales (en suelos normales se encuentra entre 0.06 y 1.1 mg. kg-1). Y en León, el arsénico, el cromo —con "área crítica" situada entre la ciudad y el poblado El Toro—, el mercurio y el níquel "tienen significado en los suelos y sedimentos de esta área".
A la vista se pueden observar la gran cantidad de desechos que lo rodean.
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Su opinión contrasta con la de las autoridades, a quienes señala de no haber hecho lo mínimo necesario para acabar con los contaminantes que matan flora y fauna que vivían del río. "La Conagua tiene la obligación, pero no ha hecho cumplir a los municipios su compromiso de sanear sus aguas". Explica que la degradación del río presenta impactos directos e indirectos. Los primeros afectan a las personas que viven en comunidades aledañas al Turbio, al respirar los vapores de agua que dispersa el viento. "Y lo más grave, que todas esas aguas son utilizadas para el riego agrícola. En el maíz, frijol, tomate, en todo, ahí están poniendo la contaminación". En los municipios del sur el río a veces ni sobrevive. "La fauna y flora se acabó, ni lirio, ni sauces, ni tepocates ni nada". Todo se acabó, dice el alcalde de Manuel Doblado, Rodolfo Madrigal Ramírez. La escena es igual en uno de los tramos que pasan por Abasolo y Cuerámaro. Ahí, entre la tierra seca y algunos charcos, varias llantas olvidadas y manchadas de lodo enmarcan al Turbio. Rubén Salvador Cabrera López, del poblado San Gabriel, tiene su propia teoría del por qué algunos animales no han muerto: "Porque son menos limpios que otros". Pero "todos tenemos la culpa. Los de arriba se pelean por dónde van a tirar sus desperdicios y no saben que nosotros, los últimos, estamos enlodados en su tiradero". Se lamentan Luis Muñoz y Miguel Cuevas Ramírez. ¿Y la tierra? Poco a poco se ha secado. "Estamos con la esperanza de que un día dios nos eche la mano".
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