La evolución reciente de varios países de América Latina ha hecho correr mucha tinta en relación con la percepción de crecientes amenazas para la estabilidad económica regional. Aunque comparto algunas de las preocupaciones, creo que, en buena medida, gran parte de la tirantez social que se ha despertado es consecuencia del surgimiento de un nuevo paradigma global positivo, que genera desafíos y tensiones sobre una región que avanza hacia la participación en una economía globalizada.
Se trata de un paradigma promisorio. Pero el ritmo varía en la medida en que cada país emprende cambios, con frecuencia difíciles, creando rezagos que echan sombras sobre los progresos de la región. Estos cambios son esenciales para que, en la primera década del Siglo 21, los pueblos de la región puedan comenzar a cosechar los beneficios de las oportunidades que ofrece la globalización, y logren enfrentar los riesgos y desafíos que la acompañan.
Sin embargo, la pobreza se mantiene aún a niveles altos, afectando al 36 por ciento de la población latinoamericana. El tema de la distribución de ingresos entre quintiles o deciles, presenta un cuadro todavía desalentador.
Sin embargo ha habido cierto progreso. El crédito de este giro debe otorgarse a los propios países, que adoptaron reformas profundas y mantuvieron firme su ejecución durante los últimos 15 años. Pero, ¿ha bastado esto para ubicar a la región en la senda de un crecimiento rápido y decidido hacia el desarrollo social? Creo que aún no.
La equidad es la clave para la sostenibilidad del crecimiento. Segundo, la región no está explotando todavía todos los beneficios de la "nueva economía", es decir, la acelerada integración mundial impulsada por la revolución en la tecnología de la información.
Con el repunte económico en marcha y la recuperación de la confianza de los mercados financieros, la mayoría de los países de la región se encuentran hoy en capacidad para lanzar una acción decidida en favor de estas políticas, que determinarán si la región ocupará finalmente algún lugar entre las sociedades avanzadas del mundo. El desafío es formidable, pero la opción es clara: ¡el futuro es ahora!
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