Un estudio realizado por la Universidad de Cambrigde señala que las RR.SS pueden ser incluso más adictivas que el alcohol o los cigarrillos y producir problemas significativos para la salud mental.
La evolución de la tecnología y la creación de las Redes Sociales, han revolucionado al mundo entero como parte de una globalización en la que todos somos parte. Unos lo ven como una manera rápida de conectarse con personas de difícil acceso, otros como plataformas para difundir publicidad de sus emprendimientos; algunos para informarse y aquellos que tan solo ocupan estos medios por diversión, por ocio, para conseguir popularidad, para sentirse aceptado por algún grupo específico o incluso puede llegar a una situación más extrema como la baja autoestima que puede derivar en una depresión y su estado de ánimo depende literalmente de un like.
Esto último tiene relación con un informe realizado por la Royal Society of Public Health (RSPH) y la Universidad de Cambridge, lo que reveló que Instagram y Snapchat, son las redes sociales más negativas, en cuanto a salud mental y bienestar de los usuarios. Además las tasas de ansiedad y depresión en los jóvenes han aumentado 70% en los últimos 25 años.
Atrapada en la red
Valentina Andrade, una chica de ahora 20 años, vivió momentos críticos en su vida, los cuales la mantuvieron al borde de la muerte, todo esto comenzó por el mal uso de una red social. Cuenta que, cuando cursaba tercero medio, tenía un grupo de amigas que vivían preocupadas de su aspecto físico, era el tema de conversación diario, en los recreos se reunían para ver fotos de distintas modelos profesionales famosas y soñaban con tener el cuerpo como alguna de ellas. Sin embargo, esto le jugó una muy mala pasada.
La Vale, como la llaman sus seres queridos, siempre fue una adolescente normal, se alimentaba bien, se sentía conforme con su cuerpo, pero todo cambió cuando, subió una foto a su cuenta de Instagram, donde lucía en bikini. Fue el comienzo de una tormenta que llegó para quedarse.
No pasaron ni cinco minutos cuando recibe los primeros comentarios, de parte de sus mismas amistades, en donde criticaban duramente su aspecto físico.
“Amigaa! Qué onda lo cerda”, fue el comentario que hasta el día de hoy Valentina recuerda, con rabia y dice, “pensar que estuve a punto de perder mi vida, por inmadurez y por confiar en personas que consideraba mis amigas”. Luego de este episodio, la joven comenzó a obsesionarse con su figura, rechazaba la comida, solo se levantaba a hacer ejercicios y tomar agua.
Su madre, Daniela Guerrero cada día que pasaba se preocupaba más, cansada de que no aceptara la comida, comenzó a sentarse a su lado y no pararse hasta que se terminara todo. “¡Claro! Comía, yo quedaba contenta, pero tiempo después me enteré que lo vomitaba todo en el colegio”.
Además pasaba horas, mirando en Instagram fotos de modelos de extrema delgadez y ella las admiraba y las veía como un objetivo. “Creía que estaba en lo correcto y que toda la gente estaba loca, porque querían verme más gorda, pero yo tenía un problema psicológico y un trastorno alimenticio” aclaró.
Cuando comenzó con los desmayos, a los 17 años, la familia de la joven la llevó a un especialista, quien luego de diversos exámenes, le confirmó que padecía de bulimia, lo que conllevó dos años de intensos tratamientos, tanto psicológico y médico preventivo.
Tendencias peligrosas
Estos comportamientos son más comunes de lo que uno cree. En la actualidad se han viralizado un montón de peligrosas tendencias en redes sociales, las que son lideradas por celebridades en todo el mundo.
Una de ellas es “el desafío A4”, que consistía en publicar una foto en Instagram sosteniendo una hoja de papel, para demostrar que tienes la cintura perfecta, de tal modo que fuese ser ocultada por una hoja A4. Este reto causó preocupación, ya que logra promover prototipos de belleza errados.
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