Colombia entró a esta nueva ola de globalización, en los noventa, importando de todo, como el mundo esperaba: carros, ropa, tecnología y hasta políticas públicas. Pero lo que el mundo no esperaba era todo lo que Colombia les iba a mandar.
Se nos conocía por el café, los bananos, y podíamos exportar petróleo y carbón. Después, el famoso estudio ‘Monitor’ dijo que podíamos exportar flores y ropa interior femenina, lo que causó que la industria de las rosas hoy sea una de las más importantes del mundo y la lencería sea reconocida a nivel mundial.
Pero lo que el mundo no esperaba era la colombianización a la que Colombia sometería al mundo: hoy, nuestros futbolistas juegan en los mejores equipos de mundo, hay muchos científicos en la Nasa, profesores en las universidades más prestigiosas del mundo, directivos en organismos multilaterales, actores en diversas instancias de Hollywood, y acaban de nombrar a un colombiano como director de la orquesta de Viena. Hasta, tristemente, varias series exitosas hablan de la historia del narcotráfico colombiano, como se hablaba de Cosa Nostra en el pasado.
Los asiáticos están enloquecidos con la panela, las uchuvas son un éxito en Europa del Este y el ‘jean’ sin bolsillo se tomó a América Latina; nuestra música arrasa en Europa, América y Estados Unidos, llevándose los principales premios y con enorme presencia en las emisoras y señales de ‘streaming’; al mismo tiempo que muchos autores colombianos son traducidos a más de 20 idiomas, para poder leer sobre esas maravillas de las que tanto hablan.
Cada vez llegan más extranjeros a conocernos, a vivirnos, a sentirnos, a invertir, a hacer negocios y aprender de nosotros. Y a enseñarnos cosas que valoramos y apreciamos para desarrollar muchas más industrias que la del turismo, la academia y la banca.
Hace 30 años era muy difícil que un colombiano pensara que podía comprar un televisor de última tecnología en un supermercado, con garantía y todo. Y hace 30 años, muchas personas del mundo no se imaginaban que cantarían nuestras canciones, endulzarían su vida con la panela, reirían con nuestras historias y declararían el amor con nuestras rosas, porque solo nos veían como el país que producía el café más suave del mundo.
El mundo entero no solo nos felicita por el proceso de paz, sino que nos pregunta cómo hicimos para hacer tanto teniendo tan pocas opciones, y solo nos queda decirles que en esa esquinita del mundo, que entró tarde a la globalización, hay 50 millones de personas que le pueden aportar tanto al mundo que nos tocó desatrasarnos rápidamente, y por eso ven desde paisas alquilando camellos sobre las arenas de Egipto hasta científicos colombianos metidos en el fondo del cerebro, estudiando nuestra humanidad.
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