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Hoy es aceptado, universalmente, el valor de las redes sociales utilizadas para lograr la generación de beneficios en distintos ámbitos: en el sector productivo, el de salud, en educación, en la difusión cultural, por mencionar algunos.
También han contribuido en lo que se conoce como democratización del conocimiento y de las sociedades.
Es indudable que han tenido efectos positivos, los cuales se alcanzan cuando se ejerce responsablemente lo que ahora se llama ciudadanía digital, entendida como “la aplicación de conductas pertinentes en el uso de internet, redes sociales y diversas tecnologías”, conductas que son resultado de la educación y sensibilización de los usuarios.
Lamentablemente existen, por otra parte, prácticas nocivas que van desde solo chatear y compartir imágenes (adecuadas o inadecuadas), hasta descalificar, agredir verbalmente y atacar a personas con las que no se está de acuerdo o a las que se busca dañar con algún propósito.
En este último género de prácticas nocivas se inscribe un cierto tipo de “periodismo” que se ha hecho presente y que desprestigia a un oficio tan importante como es el periodismo, con una larga historia y tradición en nuestro país.
En tiempos recientes ha crecido la práctica del periodismo digital serio, a través de los portales oficiales de empresas editoriales reconocidas, o de blogs de grupos e individuos con sólida formación en el campo.
Pero también han aparecido “noticieros” por internet y “revistas digitales”, que dirigen personas lejanas de la mínima formación para ejercer el oficio.
Desde tránsfugas de la docencia, que divulgando libelos creen que hacen periodismo, hasta “profesionales del chantaje” que hacen denuncias sin fundamento o lanzan ataques contra funcionarios y figuras públicas, con el propósito de que se les busque para “llegar a un arreglo económico” y evitar que sigan publicando.
A esto se le conoce como pseudoperiodismo y, afortunadamente, cada vez están más identificados quienes lo practican, por lo menos en Durango y en la región laguna.
No desconocemos el daño que causan estos pseudoperiodistas, en las personas y su trayectoria profesional, en los vínculos familiares, en los proyectos institucionales, en las dependencias, con sus infundios, calumnias, acusaciones y denuncias sin sustento.
¿Acaso no existe dónde presentar éstas si están fundadas? Muy lejos está lo que hacen del buen periodismo de investigación, que tiene valiosos ejemplos en México. Solo tiran lodo y creen hacer periodismo.
Se les olvida que cada vez hay más lectores críticos.
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