EDITORIAL: Santiago del Estero y la Declaración de la Independencia

En esta ocasión nos parece importante rescatar la importancia de la contribución santiagueña al logro de la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Desde 1810 Santiago del Estero se plegó a la revolución y participó de la guerra contra España con soldados, dinero, caballos, mulas (para que el Ejército pudiera movilizarse) y alimentos para las tropas. También reconoció a los gobiernos nacionales y aceptó participar del Congreso Nacional que se reuniría en Tucumán en marzo de 1816. El solo hecho de participar ya era una decisión importantísima para el Gobierno Nacional de aquella época, pues nuestro país era el único de Sudamérica que aún resistía la guerra con España y además había una guerra civil entre las autoridades nacionales representadas por el Director de Estado, General Ignacio Alvarez Thomas, y el Congreso Nacional, con la Liga de los Pueblos Libres que dirigía el caudillo federal José Gervasio Ártigas, que contaba con el apoyo de la Banda Oriental (actual Uruguay), Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Córdoba (aunque esta última finalmente se integró al Congreso Nacional).

De este modo los sacerdotes Pedro Francisco de Uriarte (de la parroquia de Loreto) y Pedro León Gallo, canónigo de la Ciudad de Santiago del Estero, se incorporaron al Congreso en Tucumán en abril de 1816, y participaron de la jornada del 9 de Julio de 1816 en que se declaró la Independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, firmando el Acta respectiva (de los 29 diputados firmantes, 11 eran sacerdotes). Pero para que esta decisión tuviera valor debía ser ratificado por los pueblos de las provincias, cuyos habitantes debían jurar por la Independencia según la siguiente fórmula: “¿Juráis por Dios Nuestro Señor y esta señal de la cruz, promover y defender la libertad de las Provincias Unidas de Sud América, y su independencia del Rey de España Fernando Séptimo y sucesores y Metrópoli, y toda otra dominación extranjera? ¿Juráis a Dios Nuestro Señor y prometéis a la Patria el sostén de éstos derechos hasta la vida, haberes y fama? Y si así lo hiciereis Dios os ayude y si no él y la Patria os hagan cargo.”

Todos los santiagueños prestaron juramento, y firmaron el acta de la declaración de la independencia, en sus respectivos lugares de residencia. Desde los funcionarios políticos, los militares, los sacerdotes, los comerciantes, ganaderos y los integrantes de los sectores populares. No es casual que fuesen sacerdotes los que representaron a Santiago del Estero, pues formaban parte del 10 % de la población que sabía leer y escribir, y eran los encargados de explicar en un lenguaje coloquial al 90 % que no sabía leer y escribir, el significado, el valor y el compromiso, del juramento que iban a prestar y las obligaciones que se contraían para sostener con su patriotismo el sistema político americano y a las legítimas autoridades. Y vaya que lo consiguieron, ya que no solo lograron la independencia de la actual Argentina, sino también de Chile y Perú.

Uriarte y Gallo tuvieron una destacada actuación en el Congreso, participando de los debates y decisiones que éste adoptaba, algunas de las cuales provenían de los proyectos que ellos presentaron. La jura de la Declaración de la Independencia, y los sacrificios realizados por los santiagueños de aquella época para sostenerla, en especial de los más humildes que solo tenían su vida para ofrendar, fue fundamental para que la misma se concretara. Siempre con el objetivo de alcanzar una mejor calidad de vida o una vida que mereciera ser vivida. Seamos dignos descendientes de nuestros antepasados y trabajemos unidos para alcanzar este objetivo inconcluso que los argentinos del Siglo XIX nos dejaron como legado.