Greenpeace / Iván Castaneira
A bordo de kayaks, enfundados en trajes protectores y con máscaras para evitar la inhalación de gases dañinos- producidos por las descargas industriales y municipales al Río Santiago, que lo han convertido en un sitio de alta toxicidad en la región- Los activistas desplegaron tres mantas en inglés y en español, con el mensaje: “Ríos mexicanos, Ríos tóxicos” y así denunciar la situación crítica existente en los cuerpos superficiales de agua en México, donde más de 70 por ciento tienen algún grado de contaminación.
La polución hídrica perjudica directamente a las comunidades que viven en las inmediaciones de los ríos, lagos y otros afluentes porque provoca daños a la salud e infecta las fuentes de alimentos. Además representa un alto costo para la sociedad en su conjunto: entre más agua sea contaminada en los afluentes, más costoso será potabilizarla, llevarla a las ciudades y atender los impactos que deje en las comunidades y en el medio ambiente.
La cascada El Salto de Juanacatlán, que recibe las aguas del Río Santiago, es emblemática de la magnitud del problema: la toxicidad, el olor pútrido que emite, el color turbio del agua, la espuma nociva que alcanza hasta medio metro de altura en el afluente, la proximidad de viviendas y la ausencia de vida silvestre en sus inmediaciones, manifiestan que este río muerto es un desastre ambiental. En varios puntos del Río Santiago se detectan componentes tóxicos como mercurio, cadmio, cromo y plomo, entre otros muchos. Existen más casos de contaminación paradigmáticos como lo son el Río Atoyac, en Puebla o el Río Blanco, en Veracruz; sin embargo, se trata de un problema generalizado en todo el país.
La industria sucia es una de las principales fuentes de contaminación de los ríos en México y en el mundo. Uno de los indicadores de calidad del agua establecidos por la Comisión Nacional del Agua (Conagua), la Demanda Bioquímica de Oxígeno (DBO) señala que las descargas industriales generan 340 por ciento más contaminación que las aguas residuales municipales. De hecho, la industria es generadora de componentes mucho más tóxicos como lo son metales pesados, los fluoruros y Compuestos Orgánicos Persistentes (COP’s) o Volátiles (COV’s).
Frente a la crisis hídrica de México, la Conagua es cómplice: el discurso y las acciones de las autoridades dejaron de lado el riesgo que representa la contaminación industrial con sustancias tóxicas. Hay falta de voluntad política para prevenir la contaminación de nuestros ríos, ejemplo de ello es que existen 13 diputados en la Comisión Especial para la Cuenca Lerma- Chapala-Santiago y sólo cinco inspectores encargados del cumplimiento de las Normas Oficiales Mexicanas en toda la cuenca.
Debido a estas circunstancias, Greenpeace demanda al gobierno mexicano que se implemente una política de Ríos limpios para 2020, que incluya:
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