El cineasta sirio Feras Fayyad es famoso por sus dos nominaciones a los Oscar, con los documentales Last Men in Aleppo y The Cave. En cambio, pocos conocían el calvario que pasó durante su cautiverio en una prisión del régimen de Bashar al-Assad. No fueron sólo torturas. Sus interrogadores le violaron también con un palo de madera. Un episodio del que nunca había hablado públicamente por vergüenza y miedo al estigma. Hasta el pasado 5 de junio, cuando se convirtió en el primer testimonio de un histórico juicio en Alemania contra uno de sus presuntos torturadores.
Hombres y jóvenes, especialmente personas LGTBIQ, han sido víctimas de violencia sexual en Siria desde que empezaron las protestas pro-democraticas en 2011. Así lo documenta un nuevo informe de Human Right Watch (HRW), que asegura que tanto el régimen de al-Assad como otros actores -por ejemplo Estado Islámico- han hecho uso de este tipo de prácticas.
Una violencia que además, según los cuarenta testimonios recogidos para el informe, se encarniza más con los hombres gays, bisexuales o las mujeres transexuales. Yousef, de 28 años, fue arrestado por uno de los servicios de inteligencia del régimen. Cuando sus captores descubrieron que era gay, la violencia sexual durante los interrogatorios aumentó drásticamente, explica a HRW: “Las agresiones se multiplicaron por diez, disfrutaban haciéndolo. Nos violaban con palos, sólo para vernos sufrir y gritar. Para vernos humillados”.
Este sería precisamente el objetivo de fondo, según recoge el informe: “el uso de la violencia sexual contra hombres y jóvenes es a menudo una herramienta para deshumanizarles y humiliarles”, afirma. “A través de la violación y otras formas de violencia sexual, los perpetradores muestran su dominación sobre los supervivientes”.
Un arma de guerra que ha sido bien documentada y estudiada cuando la violencia se da contra mujeres pero mucho menos explorada cuando las víctimas son varones sobre todo homosexuales. Y es que, como en el caso del documentalista Fayyad, a menudo el sufrimiento causado por la violación, las descargas eléctricas en los genitales, los golpes, o las quemaduras, se vive en silencio.
“La violencia contra hombres y jóvenes es un fenómeno que no se denuncia porque muchos superviventes son reticentes a contar sus historias por miedo al estigma o a represalias, en base a una masculinidad tóxica”, explica a Cadena SER Pinar Erdem, la investigadora de HRW a cargo del informe. Ello agrava sus consecuencias: “Incluso si la violencia tuvo lugar hace años, sus efectos continúan. Por ejemplo, a nivel psicológico, muchos presentan depresión, estrés postraumático, trauma sexual, pérdida de esperanza y pensamientos paranoides”.
Sin olvidar también los efectos físicos a largo plazo, como dolores, hemorragias o las enfermedades de transmisión sexual. En el caso de Fayyad, tuvo que someterse a una cirugía. Por ello, 'Human Right Watch' subraya la necesidad de una atención médica y psicológica adecuada. Una atención que implica sin duda dotar de mayores medios y formación a los actores humanitarios en los países de acogida. Pero que también requieren un cambio de paradigma cultural y social, asumiendo que los hombres no son ni tienen que ser invulnerables.
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