Como resultado de un gobierno despótico, dictatorial y para casi todos ajeno a las libertades públicas, el 1 de marzo de 1854 Juan Álvarez y Florencio Villarreal expidieron el plan de Ayutla, en el cual, desconocieron la presidencia de Antonio López de Santa Anna y convocaron a elecciones para un Congreso Extraordinario. Días después, Ignacio Comonfort reformó el plan en Acapulco, dándole como fin no la defensa de las instituciones republicanas, como decía el plan original, sino de las instituciones liberales. El gobierno santanista experimentó temor por los acontecimientos que se sucedieron en el recién constituido estado de Guerrero. Así lo hizo saber al ordenar al gobernador de Puebla, el 12 de marzo de 1854, que: estando sublevado D. Juan Álvarez en el sur, impida por cuantos medios estén a su arbitrio, toda clase de comunicaciones de sus habitantes con los de Guerrero que estén rebelados, vigilando con la mayor eficacia la conducta de los que parezcan sospechosos, y castigando como sediciosos a todos los que infrinjan esta Suprema disposición
La revolución siguió en forma inexorable su paso. Gradualmente continuó deteriorando al gobierno de Santa Anna y, varios estados de la República siguieron el mismo camino al incorporarse a la revolución. Desesperados intentos realizaron los santanistas por poner a cubierto los puertos amenazados: La Paz, Guaymas, Mazatlán, Acapulco y Tehuantepec, para lo cual gastaron grandes sumas, para fortificarlos. Sin embargo, todo fue inútil.
La prensa poblana difundió constantemente noticias relativas a la revolución del Sur, en las cuales se informaba que las fuerzas del gobierno estaban
“escarmentando a la gavilla de Álvarez y devuelto al departamento de Guerrero la calma y la tranquilidad” A fines de mayo, el gobernador de Puebla anunció que la insurrección sureña estaba casi agonizante, debido a los éxitos conseguidos sobre los rebeldes, por lo tanto, Santa Anna había vuelto a consagrarse a los negocios de la administración pública.4 No era así. La revolución prosiguió su paso arrollador y los informes, que en relación a aquella llegaban, pusieron en entredicho lo afirmado por el gobierno de Francisco Pérez. Presionado por el curso de los sucesos, el 4 de agosto, Pérez emitió un decreto en el que ordenaba castigar a toda persona que divulgara noticias “falsas y alarmantes” ya que sufrirían la misma pena que se impusiera a los facciosos. También establecía que quién hablara mal del gobierno sería reducido a prisión
En Puebla, el Plan de Ayutla no careció de adeptos, aun cuando las autoridades hicieron esfuerzos para conservar la calma. Precisamente, cuando el pueblo festejaba el día de la virgen de Guadalupe se pronunció, en el cuartel de San José, la octava compañía del Regimiento de Lanceros de Puebla, cuyo jefe era el coronel José Santa Anna.
El suceso causó conmoción entre los habitantes, éstos se dispersaron y dirigieron a sus casas, temerosos de un enfrentamiento con el gobierno. Para controlar la situación, el gobernador, llegó al cuartel de los insurrectos, pacificó la sublevación y, en represalia, mandó fusilar a los cabecillas del movimiento.
El conflicto no terminó allí. En el cerro de Loreto, cien hombres de la cuarta compañía del Batallón Activo de Querétaro se pronunciaron a favor del Plan. Las fuerzas gubernamentales irrumpieron violentamente contra los rebeldes y ejecutaron a diecinueve hombres, creyendo que con ello finalizaría todo.
Fue elegido presidente en 1855, aunque renunció al cargo ese mismo año por problemas de salud, durante este periodo, mostró sus ideas republicanas, federalistas y liberales.
Convocó el Congreso que dos años después promulgaría la Constitución de 1857; promulgó la Ley Juárez, que suprimía los tribunales especiales y modificaba el sistema de fueros. Nuevamente luchó junto al presidente Benito Juárez (1858-1871), ante la intervención francesa de 1861.
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