La constitución de 1857 era un documento radical, pues establecía una serie se leyes en busca de transformar la realidad social del país de acuerdo con los ideales liberales. Por lo tanto, amplios sectores de la sociedad mexicana, en su mayoría profundamente religiosa, consideraban que constituía una amenaza para la religión religiosa.
La nueva Carta Magna separo aún más a los liberales de los conservadores. Ante la falta de reconciliación, las insurrecciones populares no se hicieron esperar. En diversas partes de la república nos católicos se lanzaron a la lucha en defensa de la religión, bajo el lema Religión y Fueros. Frente a estas críticas, los liberales justificaban su posición e insistían en la necesidad de secularizar a la población mexicana como condición de imprescindible para el progreso del país. El conflicto se inició cuando un grupo de conservadores, dirigido por Félix María Zuloaga, se levantó con el Plan de Tacubaya en diciembre de 1857. Ignacio Comonfort, el presidente constitucional, intento resolver la situación al inventar a políticas liberales y conservadores a participar en su gobierno, en la creencia de que si convocaban ambos grupos, los conflictos terminarían y se llegaría a una reconciliación.
La aprehensión de Juárez y otros diputados ocasionó que los liberales se trasladaran a Querétaro para continuar la lucha desde allí, por medio de manifiestos que criticaban la débil postura de Comonfort. Comonfort no quiso tomar medidas radicales, y pese que habría ha apoyado el Plan de Tacubaya, se negó a suspender las Leyes de Reforma. Ante la incertidumbre, restableció la Constitución. Sin embargo, para entonces ambas fracciones desconfiaban de él, por lo que en 1858 fue desconocido como presidente de la república h en su lugar el grupo conservador nombro a Félix Zuloaga. Al mismo tiempo, Juárez, quien había sido liberado de prisión por el propio Comonfort, asumió la presidencia apoyado por los liberales, con el argumento de que en la nueva constitución se abolía el cargo de vicepresidente y se establecía que, en caso de que faltara el ejecutivo, la responsable debía ser asumida por el presidente de la suprema corte de justicia. Con dos gobiernos y dos presidentes, entre 1858 y 1861 México se internó en la llamada guerra se reforma. Tanto Zuloaga como Juárez creían que personificaban la voluntad popular. En sus sedes alternas los liberales radicalizaron sin más su postura y emitieron las llamadas Leyes de Reforma. Ente otros aspectos, en ellas se incluían la nacionalización de los bienes del clero, se declaraba la libertad del culto, se hace obligatorio el matrimonio civil y se proclamaba que el estado se encargaría de administrar los cementerios y panteones. Los liberales también disolvieron el monopolio de la iglesia sobre la educación y la declararon laica la instrucción impartida por el estado, donde la escuela era clave pues constituía el ámbito donde serían enseñados los valores democráticos propios de un nuevo sujeto en la vida nacional: el ciudadano. De igual forma consideraban importante la tolerancia hacia otros cultos religiosos, un principio de libertad inexistente hasta entonces en nuestro país, pues la constitución de 1824 solo permitía la religión católica.
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