Hasta este momento, Estados Unidos había conseguido engrosar su territorio sin apenas haber disparado un mosquete desde la Guerra de Independencia, en su gran mayoría adquirido mediante pagos. La guerra contra México cambiaría esto y supondría el nacimiento de un Estados Unidos beligerante y militarista con sus vecinos. No obstante, James K. Polk había planteado un conflicto limitado, no quería una aniquilación mexicana, sino un conflicto que durara lo justo e infligiera el daño suficiente para obligar a México a comprar la paz cediendo los territorios de Nuevo México y Alta California. En total, la guerra duraría aproximadamente quince meses y aunque la resistencia mexicana fue relevante en algunos enfrentamientos, lo cierto es que las victorias norteamericanas se sucedieron casi sin interrupción hasta el final. El ejército mexicano estaba en sus horas más bajas cuando los Estados Unidos atacaron y esto quedó demostrado en los campos de batalla.
La estrategia estadounidense a nivel militar se basó en atacar en diversos frentes. La República de México no estaba preparada para la guerra y sus pobres fuerzas armadas no podrían repeler todos los avances. El caos fue tal que las autoridades mexicanas se vieron obligadas a llamar de nuevo al general Santa Anna, exiliado en Cuba desde la independencia de Texas, para dirigir sus fuerzas. El ejército estadounidense lanzó tres operaciones principales sobre la Alta California (junio de 1846-enero de 1847), Nuevo México (agosto de 1846-febrero de 1847) y continuando la ruta de Texas hacia Ciudad de México (mayo de 1846-febrero de 1847), apoyadas por dos campañas navales que se encargaron de tomar primero los puertos de Alta California y tiempo más tarde el puerto de Veracruz (abril de 1847-septiembre de 1847). Esta última propició el avance sobre Ciudad de México, que culminó con la caída de la capital y la derrota final del país latinoamericano.
Las fuerzas norteamericanas que lucharon sobre el terreno alcanzaron los 30 000 hombres, aunque en total se alistaron 72 000 voluntarios. Ocupando puestos de oficialidad se encontraban personajes como Robert E. Lee, Ulysses S. Grant, William T. Sherman, George G. Meade, y un largo etcétera que serían después destacados comandantes en la Guerra de Secesión estadounidense (1861-1865).
El primer enfrentamiento de la guerra se sucedió el día 8 de mayo, cuando el contingente del general Taylor se enfrentó al general mexicano Mariano Arista en la batalla de Palo Alto. Aunque ninguno de los dos contingentes sufrió en exceso, los mexicanos se retiraron del campo de batalla. La victoria estadounidense se debió básicamente a que su despliegue artillero fue mayor. Al día siguiente, ambos contingentes volvieron a enfrentarse en Resaca de la Palma, donde los estadounidenses volvieron a imponerse a las fuerzas mexicanas. Las bajas en esta ocasión fueron mayores, Taylor lamentó 45 muertos mientras que los mexicanos, cerca de 160. Con este enfrentamiento Taylor expulsó a los mexicanos del territorio en disputa y tomó la ciudad de Matamoros. A partir de aquí esperó refuerzos para continuar las operaciones en suelo oficial mexicano.
En junio, los mexicanos debieron enfrentarse a otro problema. En el territorio de la Alta California comenzó una rebelión contra el poder central. La rebelión californiana fue iniciada por el topógrafo John C. Fremont, que adoptó la bandera con el oso y la estrella roja para el nuevo estado independiente. El ejército mexicano estaba poco preparado para la lucha y aunque lograron retrasar la pérdida del territorio, los estadounidenses lograron una victoria tras otra. El comodoro Sloat se encargó de la toma de San Francisco (8 de julio) y de San Juan Bautista (17 de julio). Su proclama revelaba las intenciones estadounidenses, según dijo él mismo “Izaré la bandera de los Estados Unidos por toda California… En adelante California será parte de los Estados Unidos”
El comodoro Sloat fue sustituido en el mando por Stockton, quien llevó a cabo la ocupación de San Diego (29 de julio), San Pedro (6 de agosto) y Los Ángeles (13 de agosto). El 2 de agosto también se inició la campaña contra el territorio de Nuevo México, dirigida por el coronel de dragones Esteban W. Kearney que con un ejército de 1700 hombres logró tomar Las Vegas, San Miguel y Santa Fe en una misma semana, sin encontrar resistencia por parte del ejército mexicano. Tanto en Alta California como en Nuevo México los comandantes mexicanos no pudieron hacer nada más que huir, aunque soldados y civiles que quedaron atrás organizaron una defensa desesperada por detener el avance estadounidense. En Alta California esta resistencia se llevó a cabo en forma de guerra de guerrillas hasta el 13 de enero de 1847 cuando fueron finalmente sometidos; en Nuevo México esta resistencia aguantó hasta el 3 de febrero. Comparando ambas defensas, Alta California llevó a cabo una oposición más férrea gracias a la guerra irregular.
Tras haber sido el primer militar estadounidense en combatir a los mexicanos, el general de división Zachary Taylor, al frente de 6000 hombres, se enfrentó una vez más al ejército regular de Santa Anna en la población de Monterrey el 19 de septiembre de 1846. La batalla se produjo en un lugar propicio para la defensa mexicana, quienes contaban con 5000 soldados. Tras una dura lucha calle por calle y la toma de las fortificaciones mexicanas, Taylor se abrió paso una vez más con unas bajas mínimas frente a las de su enemigo. Después de la batalla, el comandante mexicano Pedro de Ampudia logró un pequeño armisticio de ocho semanas para que pudieran retirarse sin contratiempos.
A finales de febrero de 1847, el general Taylor no había detenido su avance y volvió a combatir a las huestes mexicanas en Buena Vista. Allí el militar estadounidense se enfrentó al mismísimo general Santa Anna que según las fuentes comandaba un ejército de cerca de 15 000 hombres frente al contingente de apenas 4700 soldados al mando de Taylor. Durante la batalla, que se sucedió entre los días 22 y 23 de febrero, Santa Anna intentó flanquear a los norteamericanos por la derecha, aunque fue rechazado. Luego su caballería dispersó a estos, pero Taylor se las arregló para conseguir refuerzos y detener el esfuerzo mexicano. Al final Santa Anna decidió retirarse hacia el sur y Taylor se hizo con la victoria, aunque a costa de pérdidas notables.
Una vez finalizaron las hostilidades, las fuerzas estadounidenses ocuparon el territorio hasta que las nuevas autoridades mexicanas lograron firmar la paz definitivamente. El general Antonio López de Santa Anna abandonó el país de nuevo y se dirigió a Guatemala. La ocupación estadounidense de México se alargó nada menos que hasta 1848 y las condiciones para la paz fueron nefastas para el país latinoamericano. Todo ello se vio reflejado en el Tratado Guadalupe Hidalgo firmado el 25 de marzo de ese mismo año. Además de abrir una gran brecha en la política mexicana que llevó a un nuevo periodo de inestabilidad, el país debía ceder a Estados Unidos de manera definitiva Alta California, Nuevo México y reconocer de una vez por todas a Texas como parte de este.
Así, la República de México perdió aproximadamente un 55% de su territorio, estableciendo las fronteras que todavía hoy día siguen vigentes. En las últimas cláusulas del tratado, Estados Unidos se comprometió a pagar quince millones de dólares por los territorios cedidos, además de una compensación a los ciudadanos mexicanos de cinco millones de pesos. La Guerra México-Estados Unidos de 1846-1848 inauguró el inicio de un nuevo periodo en las relaciones entre los dos países. Por último, es destacable que en aproximadamente una década, ambas naciones se verían envueltas en sendas guerras civiles, la Guerra de Reforma (1858-1861) en México y la Guerra de Secesión (1861-1865) en Estados Unidos.
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