El Proyecto Museo de la Piel de Ubrique se encuentra en el antiguo Convento de Capuchinos del siglo XVII, un edificio histórico muy bonito. Allí habitaron en su día monjes capuchinos; actualmente, todo el edificio está habilitado como exposición, excepto una habitación concreta: la que habitó el Fray Diego José de Cádiz, un monje ubriqueño que fue enterrado en Ronda. También tienen exposiciones intinerantes.
El origen de este museo se lo debemos a Maribel Lobato, la fundadora del proyecto. Como ella bien dice: "he puesto en valor la vida de los hombres y las mujeres que trabajan la piel durante toda su vida, de los que están y de los que ya no están por desgracia".
Desde su niñez, ella tenía inclinación y admiración por todo lo relacionado con el tema de la piel de Ubrique, a pesar de que su familia no se dedicaba a ello. La idea se le ocurrió hace muchisimos años mientras asistía a un curso de ecología urbana y observaba cómo la gente tiraba muchas cosas que podían ser útiles para enseñar la historia de Ubrique. Por ello, aunque hace aproximadamente 12 años que el museo se inaugura como exposición permanente Manos y magia en la piel, realmente el proyecto comenzó mucho tiempo atrás. A Maribel le llamaba mucho la atención aquello que veía así que empezó a ser consciente de ello y decidió ir recopilando todos esos objetos con el medio que ella disponía en ese momento: su apreciado Seat 600. Al principio la gente veía raro que ella recogiera tantas cosas de la basura, pero gracias a su labor y a la dedicación que ha tenido siempre hacia el museo, existe en nuestros días.
En el inventario del museo que fue realizado hace poco, llegaron a contabilizar 1.500 bolsos de muchas épocas y algunos muy antiguos. Tienen piezas como la patacabra, un instrumento para trabajar la piel.
A unas 200 y pico patacabras le han puesto el nombre de "las jubilás" y son un conjunto de patacabras con una historia bonita. Cuando una persona se jubila puede dejar la patacabra que ha estado usado durante 30 o 40 años en el museo. Todas estas patacabras las están colgando del techo en la entrada del museo. La gente mayor del pueblo se ve reflejada en este espacio.
Son tantas las cosas del museo por las que Maribel siente afecto que no podría decantarse por una sola. Al preguntarle por cuál es la pieza del museo que elegiría, destaca el famoso bolso de cachitos y las herramientas y utensilios con los que cosía la gente antiguamente. Como no tenian agujas para coser, lo hacian con un pelo de cerdo. Resalta que eran costuras milimétricas, en un centímetro de costura podían realizar hasta 11 puntadas.
El museo abre todos los días del año, excepto en festividades puntuales. El número de visitas ha ido aumentando a un volumen tremendo, hasta un 40 y 50 % desde que empezaron. La gente que visita el museo se va tan contenta que lo divulga, tal que ha sido tan extraordinario el "boca a boca" de la gente que de esto es de lo que se ha nutrido este espacio. Todos los años aumenta tanto el numero de visitas como la venta de "los precisos", la única pieza que se vende en el museo. En la visita al museo se realiza un preciso para que la gente vea cómo se hace.
Como anécdota, Maribel nos cuenta que un día recogió de la basura muchísimos objetos de entre los que resalta una caja llena de cosas muy pequeñas. Una de las cosas que esa caja contenía era un monedero pequeño de cremallera con forma de bota de beber de los años 50-60 con cosas pintadas. Un día, Antonio Rodríguez Agüera, un pintor ubriqueño que tiene vínculos familiares con el convento, quedó sorprendido al ver ese objeto. Resulta que esa pieza la había pintado él cuando tenía 10 años. Agüera decidió regalar al museo otra pieza de esa misma época que el poseía. Maribel tiene numerosas historias similares en las que alguien reconoce un objeto determinado que ella ha reformado tras cogerlo de la basura.
¡Estas cosas son bonitas contarlas pero más bonitas son verlas!
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