La inteligencia artificial puede determinar si alguien es heterosexual u homosexual a través de sus rasgos faciales con mayor precisión que una persona. Esta es la polémica conclusión de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Standford, según el cual un algoritmo informático puede distinguir si un hombre es gay en hasta el 91% de los casos y si una mujer es lesbiana en el 83%, un porcentaje sensiblemente superior al del ojo humano, que acierta el 61% y el 54% de las veces respectivamente de acuerdo con la investigación.
El estudio, que ha sido adelantado por The Economist y que será publicado en el Journal of Personality and Social Psychology (Revista de Personalidad y Psicología Social), no solo es controvertido por la invasión en la intimidad que supone la posibilidad de detectar con una máquina la orientación sexual —imaginen qué ocurriría en los países donde la homosexualidad está prohibida si el uso de esta especie de radar gay se extendiera— sino que las asociaciones LGTBI+ (lesbianas, gais, transgénero, bisexuales e intersexuales) lo han criticado por las limitaciones que presenta: la muestra con la que se ha realizado la investigación, un total de 35.326 imágenes faciales, son todas de personas blancas y han sido tomadas de una web de citas.
“La tecnología no puede identificar la orientación sexual de alguien. Lo que su tecnología puede reconocer es un patrón que encontró en un pequeño subconjunto de personas blancas homosexuales que parecen similares en una página web de citas”, ha criticado Jim Halloran, director digital de GLAAD, La Alianza Gay y Lésbica contra la difamación. El estudio, realizado por Yilung Wang y Michal Kosinski, no ha incluido en su muestra a personas negras o asiáticas, por ejemplo, pero tampoco a transgénero, bisexuales o personas mayores. “No es sorprendente que personas homosexuales que eligen inscribirse en una web de citas publiquen fotos de sí mismos con expresiones y estilos similares”, ha añadido Halloran.
Pero esta no es la única debilidad del estudio. Los autores basan su investigación en la teoría hormonal prenatal como origen de la homosexualidad. Según esta teoría, de los fetos masculinos expuestos a menos andrógenos de lo normal —la hormona que induce la aparición de los caracteres sexuales secundarios masculinos—, resultará un niño gay, y de los fetos femeninos expuestos a más andrógenos, una niña lesbiana. Según los investigadores, puesto que los andrógenos son responsables del dimorfismo facial, la teoría hormonal prenatal predice que “las personas homosexuales tendrán rasgos de género atípicos”, es decir, los hombres homosexuales presentarán rasgos más afeminados y las mujeres, más masculinos.
Sin embargo, aunque esta teoría, que trata de explicar el origen de la homosexualidad, "está muy extendida" como argumentan los autores, no es la única que existe. Un estudio sobre la relación de la epigenética y la homosexualidad —combina la teoría hormonal con la genética— publicado por la revista de la Universidad de Chicago en diciembre de 2012 sostiene que “aunque los niveles prenatales de andrógenos desempeñan un papel fundamental en el desarrollo sexual, hay también evidencias de que el paradigma prenatal de andrógenos es parcialmente incompleto”.
Los autores de la investigación reconocen esta debilidad. “Nosotros también conocemos homosexuales muy masculinos y lesbianas muy femeninas. También conocemos hombres muy mayores, lo que no invalida que estadísticamente las mujeres vivan más”, se defienden.
Más allá de que fuera verdad que el algoritmo pueda identificar hasta el 91% de homosexuales, las asociaciones defensoras de los derechos LGTBI+ critican que un 9% de heterosexuales serían identificados de forma errónea. Y vuelven a subrayar el peligro de esta investigación: “En un momento en que las minorías están siendo atacadas, estos resultados imprudentes pueden servir como arma para perjudicar tanto a heterosexuales que son imprecisamente expulsados como a gais y lesbianas que se encuentran en situación de peligro”, han denunciado desde GLAAD. Pero, según los autores del estudio, uno de sus objetivos es precisamente este, "alertar" contra los peligros de la inteligencia artificial y su invasión en la vida íntima de las personas.
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