En este mundo de mil noticias por minuto se juzga al día y se es irreflexivo en el juicio. Se ve el primer árbol y no se mira el bosque. Cristiano ha criticado muchas acusaciones injustas, contra él y contra el equipo. El Real Madrid ha soportado durante meses el latiguillo de su carencia de proyecto de juego. Un sambenito que, ¡mira qué curioso! desapareció cuando ganó la Décima, aunque muchos esperaban con los cuchillos para decirlo en el minuto 92 de aquella final de Champions en Lisboa, segundos antes del gol de Ramos. El club blanco, y su estrella, han aguantado esa rémora de su falta de una idea de juego, surgida desde la cantera, en comparación con el Barcelona, que exhibía orgulloso un estilo del juego de toque creado hace años. Ahora, el Real Madrid, ese club sin estilo y sin proyecto, se ha clasificado para las semifinales por sexta vez consecutiva. Y el Barcelona del proyecto eterno ha caído en cuartos de final, como le sucedió en 2014 también frente al Atlético, el año en que el Real Madrid celebró la Décima. Los hechos desvelan que ni tanto ni tan calvo. Ni hay tanto proyecto en Barcelona ni hay falta del mismo en Madrid.
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