Los textos estéticos y los proyectos culturales que se escriben en esta época, hacen alusión a un arte basado en ideales clásicos y no de vanguardias: la consolidación de la Escuela Nacional de Bellas Artes con el proyecto de Roberto Pizano, apoyado por el gobierno del conservador Miguel Abadía Méndez en (1926-1930) es un ejemplo de ello; por esta misma época se impulsa un arte que pretende exaltar el indigenismo con artistas como Ramón Barba y Rómulo Rozo quienes eran apoyados por uno de sus mayores mecenas Eduardo Santos Montejo (nuestro actual presidente es nieto de su hermano Enrique Santos Calderón "Calibán). No deja de sorprendernos el entusiasmo de Colombia en participar en la Exposición Iberoaméricana de Sevilla España en 1929 en las postrimerías de la dictadura del falangista Primo de Rivera donde el pabellón de Colombia, semejante a una catedral (hoy el consulado de Colombia en Sevilla) es decorado por el artista Rómulo Rozo que materializa un idealismo indigenista con visos de neoclasicismo, creando un sincretismo propio de una estética conservadora donde iglesia, indigenismo y neoclasicismo se oponen a la vanguardia artística del momento. Es sorprendente de otra parte que hoy exista un interés por desarrollar investigaciones sobre este periodo pero dejando de lado el trasfondo histórico como intentando lavar una historia difícil de avalar y digerir.
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