Publiqué unas reflexiones sobre el emprendimiento de los habitantes de Macondo narrado en Cien años de soledad. Eso motivó a que varios amigos me pidiesen que refiriera algunas anécdotas de Gabriel García Márquez. Al sentarme frente al teclado la primera idea que me fluye es destacar que, además de percibirse en sus ficciones literarias, el emprendimiento también está presente en su biografía porque desde que nació estuvo predestinado por cinco golpes de suerte que transformaron su vida. De tal forma que se puede hacer una perfecta analogía entre las ficciones literarias que configuran los personajes de las historias de Macondo y la vida real del creador de ese mundo mítico.
La suerte en su camino
La vida de Gabriel García Márquez estuvo atravesada por cinco golpes de suerte que determinaron se forjara ese gran escritor que trascendió en la inmortalidad. El primer golpe de suerte estuvo en el haber nacido en un pueblo muy pobre de la costa Atlántica y ser hijo de un telegrafista que la United Fruit Company trasladaba constantemente, circunstancia que obligó a dejar el niño al cuidado de sus abuelos maternos, mientras él y su esposa laboraban en los campamentos de la compañía bananera, estableciéndose temporalmente en distintos pueblos según las cosechas para exportar. En Aracataca su abuela le contaba al niño los mitos y las leyendas del folclor caribeño, mientras su abuelo, que era un veterano de la guerra “De los mil días”, le narraba los acontecimientos bélicos protagonizados entre liberales y conservadores.
El segundo golpe estuvo representado por la suerte de ganarse una beca que lo obligó a radicarse varios años mientras estudiaba el bachillerato en la distante Zipaquirá, cuyo liceo era uno de los pocos colegios oficiales que en Colombia contaba con una gran biblioteca que conservaba las obras clásicas de la literatura universal y los poemas y las novelas de los primeros escritores colombianos y latinoamericanos.
El tercer golpe lo fraguó él mismo cuando siendo estudiante todavía asumió el difícil reto de participar en un concurso nacional de cuento convocado por el periódico El Espectador, cuyo director quiso descubrir entre la juventud a quienes tuvieran vocación de escritores, pues su queja era que había una grave crisis en las letras colombianas. Gabo ganó tal concurso con el cuento “La tercera resignación”, que le mereció titular en primera página, con la presentación del mismo Eduardo Zalamea anunciando al joven Gabriel García Márquez como promesa de “la futura gloria de la literatura colombiana”.
El cuarto golpe de suerte, paradójicamente, estuvo representado por el Bogotazo de 1948, ya que al cerrarse la Universidad Nacional el joven halló la justificación para no seguir acatando la orden de su padre de adelantar estudios de derecho. De no haber sucedido, tal vez García Márquez no hubiese pasado de ser un simple abogado absorbido por los litigios judiciales. Desde el 9 de abril de 1948, cuando asesinaron a Jorge Eliecer Gaitán, líder popular candidato mayoritario a la Presidencia, Bogotá ardió en llamas y destrucción. La pensión del hotelito donde vivía el joven García Márquez fue destruida y él quedó a la intemperie. Esto lo obligó a regresar a la costa y a abandonar su carrera de derecho en el segundo semestre ya que la Universidad Nacional fue cerrada por un tiempo. Gabo halló razones válidas para desacatar el deseo de su padre y su decisión le permitió enrolarse en Barranquilla con los intelectuales que se reunían en el café La Cueva y después brillar como cronista y columnista en los diarios El Heraldo de Barranquilla, El Universal de Cartagena y El Espectador de Bogotá.
El quinto golpe de suerte, estuvo representado por el cierre del periódico Espectador por parte de la Junta Militar de Gustavo Rojas Pinilla. García Márquez no continuó en el oficio de corresponsal de prensa en París, ya que el periódico no pudo seguir girándole. Empezaron a propiciarse las circunstancias para forjar su sueño de incursionar de tiempo completo en el mundo de la literatura y como profesional vivir de los derechos de autor. El diario capitalino era fuerte opositor a la represión desatada por la Junta Militar en el poder, osadía que provocó la orden de cierre por parte del Gobierno. Al no circular el diario era imposible mantener a su corresponsal estrella en Paris. García Márquez decidió abandonar el periodismo para dedicarse a la literatura y entonces escribió La hojarasca, La Mala hora y El coronel no tiene quién le escriba.
Sólo un emprendedor vencería las barreras de la pobreza, lograría adelantar sus estudios becado, conocer la producción literaria universal, escribir su primer cuento, abandonar la que consideraba una detestable carrera universitaria, destacarse en el periodismo y al fin cumplir la vocación que más le gustaba: ser escritor.
Profecías del encantador con la palabra
Otra faceta a destacar, es que Cien años de soledad, la obra cumbre de García Márquez, está cargada de narraciones proféticas. Sólo a Gabo se le ocurriría, hace medio siglo, narrar que el joven José Arcadio Buendía mucho tiempo después de escaparse con los gitanos regresaba a Macondo con el cuerpo totalmente tatuado. En 1967, sólo los marineros exhibían en su brazo un ancla tatuada y, los reclusos, en la comisura entre sus dedos pulgar e índice se marcaban iniciales como señal de respeto en la cárcel. Narrarlo hoy no tendría ninguna gracia porque el tatuarse es una moda social, pero hacerlo en otrora arriesgaba a cualquier novelista a incurrir en charlatanería. Gabo lo escribió proféticamente en Cien años de soledad.
Otra narración profética es la que refiere la anécdota del alcalde conservador de Macondo, Apolinar Moscote, conversando con su yerno Aureliano Buendía y que señala cómo los liberales eran masones y partidarios de la igualdad de los hijos, legítimos y bastardos, ante la ley de sucesiones. Tal episodio novelístico se anticipó proféticamente en el tiempo, pues quince años después, en 1982, el Congreso de la República aprobó mediante una ley la premonición de Gabo, es decir la igualdad de derechos entre los hijos legítimos y los hijos naturales.
En 1967, eran todavía incipientes las comunicaciones, que sólo pocos colombianos disponían de teléfono fijo en su casa, sin embargo, José Arcadio Buendía le argumentaba a Úrsula Iguarán que llegaría el día que desde Macondo se comunicarían al instante con cualquier lugar del mundo. Pasaron tres décadas para que la Internet, los celulares, el WhatsApp y las redes sociales confirmaran otra de las profecías de Gabo.
Un profesor de Castellano, aquí me refiero a otra profecía garciamarquiana, hace un año me comentó que mientras leía en clase la página de la novela donde se narra la entrega de las armas y la firma de paz en Neerlandia, entre Aureliano Buendía, a nombre de los rebeldes, y los delegados oficiales; inesperadamente un ingenioso estudiante levantó la mano para preguntarle si eso lo estaba leyendo en una noticia de un recorte de prensa que guardaba entre las páginas del libro. El profesor le señaló que lo narrado en Cien años de soledad, se estaba cumpliendo al pie de la letra entre los guerrilleros de las FARC y el Gobierno de Juan Manuel Santos.
Pero, como la principal intención de este texto es dar a conocer anécdotas de la vida de Gabo, entonces continuemos con lo prometido. Entre los golpes de suerte que favorecieron a García Márquez, ¿en cuál de las anécdotas se evidencia el momento que nació el emprendedor? Volvamos al segundo golpe de suerte para descubrir la primera actitud emprendedora del niño Gabriel.
Gabito, ejemplo vivo de emprendimiento
Desde chico demostró su innato espíritu emprendedor. El adolescente que jamás había salido de Aracataca, afrontó el reto de tener que viajar sólo en tren hasta Bogotá. No viajó timorato entre los extraños, sino que por el contrario se animó a alegrar a los pasajeros cantando vallenatos para ganarse algunas monedas. Su padre lo había enviado con escasos pesos a Bogotá donde supuestamente le darían una beca para hacer el bachillerato, olvidando que en la capital sólo estudiaban becados los hijos de los políticos. Uno de los pasajeros era el jefe de becas que abordó el tren en el pueblo más próximo a la capital y se encantó con el estilo juglar del muchacho. Al otro día el funcionario cuando lo reconoció esperando turno en su oficina, alistándose para la entrevista, quiso compensar al muchacho por deleitarlo en el tren, autorizándole la beca con orden de matrícula para el Liceo de Zipaquirá. Si la distancia entre Aracataca y Zipaquirá le determinan tener que quedarse los fines de semana en el lugar, tal vez el muchacho no hubiese hallado el camino apropiado que le despejaría la ruta hacia su destino de escritor. Todo escritor antes de serlo, tiene que vivir una meritoria etapa de buen lector. El rector Carlos Martín, atendiendo su petición le permitió apersonarse de la organización y la clasificación de los libros en los anaqueles. Los fines de semana le entregaba las llaves de la gran biblioteca del colegio y así Gabito placenteramente pudo leer los clásico de la literatura universal, que lo fundamentarían para incursionar brillantemente en las letras en un futuro próximo. Cuando recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982, atendiendo una de las entrevistas que le hizo la prensa mundial, García Márquez respondió que quién lo guió por la historia de la literatura y le enseñó a criticar las obras, fue su profesor de Lenguaje, Carlos Julio Calderón Hermida. Al cumplirse el cuarto aniversario del fallecimiento de Gabriel García Márquez, el mejor homenaje que podemos tributarle a su memoria, será asumir el compromiso de emular a su maestro Carlos Julio Calderón Hermida. ¡Gabo vive!
Lic. LUIS ANGEL MUÑOZ
DOCENTE LITERATURA Y CASTELLANO
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