Por Jean Freddy GuitiérrezMiriam Sarahi Olvera Bustos
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El país alberga dos de las 100 especies consideradas más peligrosas: la rana toro y el caracol africano. Pero no son las únicas, existen al menos 94 especies invasoras en total, según una lista oficial que aún no ha sido publicada. Un total de 42 especies animales y vegetales son citadas como exóticas en el Sistema Venezolano de Información sobre Diversidad Biológica (SVIDB) que depende del Ministerio de Ecosocialismo y Aguas (MINEA). La lista incluye especies de arraigado consumo y distribución en Venezuela como el aguacate, el tamarindo, el mango, el café o la paloma casera (Columbia livia). Pero también el caracol africano, el pez león y la rana toro, especies invasoras que también han ingresado en territorio colombiano. Estas últimas son la segunda causa de pérdida de biodiversidad, la primera es la destrucción del hábitat, según Francisco Nava, biólogo del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) para el programa de control de la rana toro en Venezuela. Sin embargo, hablar de exóticas en vez de invasoras es un error de concepto que se repite en el marco jurídico y en el entramado institucional venezolano, según explica el ictiólogo e investigador del Museo de Historia Natural de la Fundación La Salle, Óscar LassoAlcalá, para quien este error dificulta el manejo apropiado de estas especies. “Cuando se introduce una especie de un hábitat natural a un espacio nuevo, casi siempre por el hombre de forma intencional o incidental, no consigue tener éxito si el ecosistema está sano. Pero si hay un desequilibrio en este, aprovechará para colonizar rápidamente, superando la barrera ambiental, por lo que pasa de la etapa de latencia a la de dispersión”, dijo. Por eso para Lasso-Alcalá debe hablarse de especies introducidas, porque pueden ser transplantadas para entonces transformarse en invasoras sin ser exóticas, es decir, pueden ser especies que habitan el mismo territorio pero que simplemente han sido introducidas en un nuevo ecosistema. Eso precisamente sucedió con el pavón (Cichlidae), que fue llevado desde el Orinoco al Lago de Maracaibo para su pesca deportiva, pero hoy se cree que la voracidad natural de este pez estaría afectando la impactada biodiversidad del estuario. Hasta octubre de 2016 se seguían haciendo estudios junto al Instituto Socialista de la Pesca y la Acuicultura (Insopesca) para permitir la captura y comercialización regional de las especies Cichla orinocensis y Cichla temensis del pavón para regular sus poblaciones introducidas. Al cierre de este trabajo, la resolución legal que debe autorizar la pesca del pavón aún no ha sido publicada. “Desde la llegada de los españoles ha habido especies introducidas, como las abejas italianas que se trajeron en panales y desplazaron por completo a las nativas, hasta mascotas como pájaros que se han encontrado en los andes venezolanos y que fueron traídos por migrantes europeos para recordar sus tierras”, explica el entomólogo José Clavijo del Museo del Instituto de Zoología Agrícola de la Universidad Central de Venezuela en Maracay e investigador asociado del Departamento de Agricultura de Florida. Estas prácticas continuaron con especies invasivas que se han establecido como la voraz trucha, hoy un platillo ofrecido como autóctono en los Andes venezolanos y también en un pueblito venezolano-alemán de La Colonia Tovar en el centro-costero estado Aragua. El caracol africano es la segunda especie invasora más peligrosa del mundo, considerada como una plaga establecida en Venezuela. Los riesgos asociados a su introducción en los ecosistemas se basan en su dieta amplia: es una herbívora generalista y puede comer excremento, pero además puede poner hasta 500 huevos por año como hermafrodita que se autofertiliza, por lo que su reproducción no requiere de una pareja.
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Es especialmente dañino para cultivos de cacao, café, caraota, yuca, lechuga, repollo, maní, lechosa, pimentón, naranja, maíz, cambur, pepino, tomate y zanahoria, plantas ornamentales, pastizales y alimento concentrado para mascotas. Además es un riesgo para la salud porque puede ser un vehículo de transmisión de patógenos como lo son las ratas, las cucarachas y las moscas, que se transmiten al contacto con ojos, nariz o boca. También puede ser peligroso su consumo, pues es comestible, sin una preparación adecuada, como indagó una investigación hecha en el núcleo de Maracay en la UCV, campus donde también están presentes. La rana toro ubicada entre las 100 especies invasoras más peligrosas, la rana toro tiene una capacidad reproductiva y una voracidad asombrosa, características similares a las del caracol africano gigante y el pez león. Puede depositar entre 7 000 y 13 000 huevos en cada nidada, y puede depredar serpientes, tortugas, peces, murciélagos, crustáceos, lombrices, ratones y otras ranas, con las que también compite y desplaza por alimento, espacio y refugio. Además, es portadora del hongo Batrachochytrium dendrobatidis, que produce quitridiomicosis cutánea, enfermedad responsable de la extinción de tres especies. La investigadora Margarita Lampo encontró que más del 85 % de los adultos poseen este patógeno, lo que dañaría especialmente a la endémica ranita merideña (Dendropsophus meridensis) especialmente afectada por esta enfermedad transmitida, así como por la depredación y competencia con la rana toro. Proveniente del este de los Estados Unidos puede pesar entre 60 a 900 gramos y medir entre 10 a 20 centímetros. Fue introducida ilícitamente en lagunas de Mérida en el 2001, presuntamente para su cría y aprovechamiento para el consumo humano. La investigadora e ingeniero forestal Yolanda Herrera presentó una ponencia en el V Congreso de Diversidad Biológica (2015) en la que aseguró que tras una campaña de dos años, que empezó en el 2008 y se desarrolló en la Laguna La Rosa, lograron controlar la población de rana toro. En esa oportunidad emplearon rifles, trampas y arpones para cazar a los individuos, y además aplicaron una estrategia para la extracción de huevos y el exterminio de especímenes de todas las edades. Los reportes de entonces indicaban que no se volvió a registrar la presencia de esta especie invasora. Para los expertos consultados estas especies llegaron para quedarse. Se sabe que no pueden ser erradicadas sino controladas, por eso demandan el diseño de normas para el control de esta problemática y señalan la necesidad de educar a las comunidades para disminuir las liberaciones irresponsables y el tráfico de especies potencialmente dañinas.
El caracol gigante africano es considerado una de las plagas agrícolas más perjudiciales del mundo.
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