En enero de este año, una joven holandesa bebió veneno suministrado por un médico y se acostó. Así esperó a que le llegara la muerte. Pero ella, a diferencia de la mayoría de enfermos que recurren a la eutanasia en Holanda, no era una paciente terminal y además tenía 29 años. La enfermedad psiquiátrica que la atormentaba desde los 12 años fue motivo suficiente para acabar con su vida.
Desde mi punto de vista la decisión tomada por ella, es oportuna teniendo en cuenta que los dolores y sufrimientos pudieron ser insoportables para ella, así recurrió a terminar con si vida.
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