El miedo en Bruselas es, a veces, un pasajero desconocido rumbo al trabajo en metro. Mochilas olvidadas que provocan evacuaciones y falsas alertas. Un conductor que no se detiene en un semáforo con una bombona de gas para uso doméstico en el maletero y minutos después está rodeado de artificieros.
Un año después de los atentados que dejaron 32 muertos y más de 300 heridos, el miedo de la capital europea es también una mirada de reojo hacia Molenbeek. Hacia lo que ocurre en Molenbeek. No son pocos los que temen que de sus entrañas salga el próximo Salah Abdeslam, el siguiente Abdelhamid Abaaoud, el nuevo monstruo oculto sin biografía conocida. Los precedentes sitúan al barriocomo una guarida yihadista en Europa, y los trabajadores sobre el terreno ya
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