En sus primeros cinco años como presidente de España, Mariano Rajoy no ha dado la impresión de tener un interés especial por los asuntos internacionales. Pero seguramente supera con creces a su nuevo colega Donald Trump en experiencia y conocimiento de los problemas del mundo. De ahí que pueda resultar lógico que Rajoy se ofrezca al presidente de los Estados Unidos como “interlocutor en Europa, América Latina y también en el Norte de África y Oriente Medio”, según informó el Gobierno español tras una conversación telefónica entre los dos líderes el martes. Otra cosa es que el excéntrico inquilino de la Casa Blanca piense recurrir a esta amable oferta ya que parece que no necesita interlocutores para arreglar los problemas con otros. Pero seguro que agradece la actitud comprensiva de su homólogo español frente a las críticas que le han dedicado otros dirigentes europeos en los primeros y turbulentos días de su mandato, como la canciller alemana Ángela Merkel o el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.
Si Trump divide el mundo entre amigos y enemigos, ha quedado patente que el gobierno de España se está esforzando por caer bien. Las críticas a sus polémicas medidas, desde el veto a los visitantes musulmanes hasta el anuncio de la construcción del muro con México, han sido más que tenues. Rajoy y sus ministros se refugian en frases comunes como las pronunciadas por el titular de Exteriores, Alfonso Dastis (“Hay que tender puentes”), o el de Economía, Luis de Guindos (“Hay que darle a Trump el beneficio de la duda”).
Es temprano, pero algunos ya recuerdan la época de José María Aznar, el antecesor en el cargo y hoy principal crítico de Rajoy en el Partido Popular, a principios del siglo. Cuando la Alemania de Gerhard Schröder y la Francia de Jacques Chirac se oponían duramente a los planes belicistas del presidente estadounidense George W. Bush, Aznar vio la oportunidad de ofrecerse como fiel aliado y apoyó la invasión de Irak frente a la opinión pública en España. Pero la apuesta no le salió muy bien. La impopular guerra de Iraq tuvo mucho que ver con la derrota del PP en 2004, y Bush se olvidó de Aznar cuando condecoró con los máximos honores civiles de EEUU a otros aliados, como Tony Blair y Álvaro Uribe.
Que sirva como lección, aunque la situación no es comparable. Mientras Aznar se sentía ninguneado por Chirac y Schröder, Rajoy mantiene una relación excelente con Merkel. Aun así, la canciller probablemente no le necesitará como interlocutor con Trump.
Donde sí podrían ser necesarios los esfuerzos de la diplomacia española es en América Latina, y concretamente en México, no sólo por los importantes intereses de empresas como Telefónica o BBVA en el país azteca. Hace unos días Rajoy llamó al presidente Enrique Peña Nieto para “aunar esfuerzos en la búsqueda de un arreglo justo, sensato y razonable que permita superar la actual coyuntura”. Disuadir a Trump de levantar el muro sería un logro considerable para Rajoy. Pero mucho me temo que ni siquiera lo va a intentar.
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