30 de octubre de 1938. Orson Welles inicia un nuevo episodio de The Mercury Theatre on the Air, esta vez con la dramatización de una falsa invasión extraterrestre: la adaptación de la novela británica de H.G.Wells La guerra de los mundos. El programa avisó en dos ocasiones, al inicio y en el minuto cuarenta, de que se trataba de la adaptación de una obra de ciencia ficción. Sin embargo, según las crónicas de la época, el miedo se apoderó de muchas personas de Nueva York y Nueva Jersey, donde el boletín decía que se había iniciado el ataque. ¿Era tan descabellado? La radionovela demostró la credulidad tecnología de la sociedad y el poder que la radio, como medio emergente, tenía sobre la gente.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX se produjo una auténtica revolución en los transportes, sobre todo por la aplicación de la máquina de vapor al ferrocarril. Aunque también tuvo gran relevancia su adaptación a la navegación, en donde los problemas derivados del almacenamiento del carbón para alimentar la máquina hicieron al principio la vela siguiera dominando los mares.
En apenas 70 años se modificó radicalmente el paradigma social. Para el imaginario colectivo ya no había límites tecnológicos, era como si el mundo hubiera empequeñecido conforme se desarrollaban los transportes, la revolución industrial y, también, la ampliación de las comunicaciones; donde se sucedieron rápidamente el correo, el telégrafo, el teléfono, la prensa rotativa, la radio… Entonces, ¿por qué no una nave espacial? A fin de cuentas, los marcianos ya eran algo conocido por la ficción y también la “ciencia” de muchos investigadores como Percival Lowell, fiel defensor del vía artificial, la construcción no humana, de “los canales de Marte” que el astrónomo Giovanni Schiaparelli ilustró en el primer mapa detallado de Marte en 1877.
Así pues, cuando la música de la cadena CBS fue irrumpida por una noticia de última hora por “explosiones inusuales en el planeta Marte y nubes de gas que se movían hacia la Tierra”, no extrañó. Tampoco un segundo boletín en el que se avisaba de haber visto un objeto extraño en un campo de Nueva Jersey. No tanto por el contenido, sino por el continente. Ya que los estadounidenses estaban acostumbrados a este formato durante la Gran Depresión por las amenazas, casi diarias, que Hitler lanzaba. Fue entonces cuando la radio configuró su máxima credibilidad.
Pese a las muchas críticas, Orson Welles no pretendía mentir a la audiencia. El programa, de casi una hora, avisó hasta en dos ocasiones, en la introducción y en el minuto cuarenta, de que la narración era una dramatización de la obra de ciencia ficción de H.G.Wells. No obstante, en su contra tuvo que se trataba de un espectáculo sostenido, es decir, que se ejecutaba sin interrupciones comerciales, lo que sumaba realismo al programa.
A esto se le añadía la gran interpretación de los testigos y la soltura de la actuación del actor que interpretaba al periodista Carl Philips que desde Grovers Mill, Nueva Jersey, relataba los acontecimientos. Todo mientras Welles corroboraba lo dicho en la voz del profesor Pierson, científico experto invitado al programa para explicar lo ocurrido. Es más, con la supuesta muerte del periodista, es Pierson quien toma la riendas y sigue describiendo la invasión.
Todo esto lanzó al estrellato a Orson Welles, que apenas tres años después dirige el éxito cinematográfico Ciudadano Kane. No obstante, al principio no fue fácil. De hecho Welles vio obligado a convocar una rueda de prensa para explicar lo sucedido. No obstante acuñó que no iba a explicar al público los motivos para radiar la novela: «Si han existido situaciones de pánico colectivo es solamente porque sé contar historias en la radio».
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