El proceso de integración económica con Brasil, principalmente, a cargo del ministro de Relaciones Exteriores, Dante Caputo, tuvo como prioridad promover la democracia, resolver conflictos con los países limítrofes y aumentar la capacidad de ambos para negociar y fortalecer su poder ante las grandes potencias. Varias barreras pudieron ser superadas al igual que la creación de un orden favorable a sus intereses.
Considerando que ambos países latinoamericanos se encontraban en un proceso de democratización en medio de una crisis económica muy grave, tocaron una sabia decisión de fortalecer las relaciones bilaterales y lanzar los fundamentos de la integración del Cono Sur. Asimismo, la integración sudamericana amplió el mercado regional y los flujos de comercio e inversiones, lo cual ayudó a fortalecer la posición del continente.
A pesar de que hubiera sectores de la sociedad que apostaban a la rivalidad entre ambos países y a la búsqueda a una alianza con los países desarrollados, Sarney-Alfonsín, decidieron que esta articulación era una condición necesaria para poder vincularse con los países del exterior. Brindando la posibilidad de construir una sociedad más justa, equitativa en términos de oportunidades y cooperativa.
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